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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Maragall, posibilista

El debate sobre política general concluido ayer en el Parlament de Cataluña ha sido la primera oportunidad seria para evaluar el grado de cohesión del Gobierno de izquierdas catalanistas (PSC, ERC e ICV) tras nueve meses de mandato. Y ha sido también un primer tanteo entre las distintas fuerzas para explorar las posibilidades de consenso sobre el futuro Estatuto.

El paquete de resoluciones aprobadas con el apoyo de los tres partidos de gobierno ha puesto de relieve la consolidación del Ejecutivo de Maragall, mientras que el calendario de compromisos explícitos expresa la voluntad del tripartito de entrar en políticas concretas y evitar que sea exclusivamente la dialéctica nacionalista la que concentre la atención. El líder de CiU, Artur Mas, a pesar de su discurso bien trabado, no logró abrir brecha entre las fuerzas de izquierda. Ni siquiera la propuesta nacionalista de lograr un sistema de financiación similar al del concierto vasco para Cataluña logró atraer los votos de ERC.

Maragall cambió de forma injustificada el protocolo parlamentario y delegó en el conseller en cap, Josep Bargalló, parte de su responsabilidad en la rendición de cuentas, con lo que daba así una oportunidad de mayor protagonismo a ERC. En cualquier caso, Artur Mas tampoco era el más indicado para criticar esta maniobra cuando él mismo había participado en un precedente similar. En 2001, Pujol le otorgó totalmente, y no sólo en parte, el protagonismo de las respuestas en el debate de la moción de censura que había presentado Maragall. Un desaire que al parecer no había quedado en el olvido.

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El debate permitió a Maragall dar los primeros pasos en busca del consenso que facilite sacar adelante un nuevo Estatuto. La atención especial que el presidente dispensó al líder del PP, Josep Piqué, es una clara preparación del terreno para la batalla decisiva, que se librará en el Congreso de los Diputados. Maragall va abriéndose paso por el camino del posibilismo. No oculta los obstáculos. Por ello ya ha anunciado que su propósito es que el nuevo Estatuto, para el que pide un consenso próximo a la unanimidad, "arrastre" la reforma de la Constitución. Pero en este campo tendrá que contar con resistencias en las propias filas del PSOE.

El problema ahora es saber si existe realmente un punto de encuentro entre las aspiraciones de nacionalistas e independentistas y las concepciones constitucionales que finalmente van a defender tanto el PSOE como el PP. ¿Será capaz Maragall de encontrar o inventar este punto de intersección? En todo caso, se ha escuchado en el Parlamento catalán algo inédito en las dos últimas décadas: un presidente que, sin renunciar a su catalanismo, incluye su discurso en una concepción española plural y amigable, hasta hacerse apostrofar por parte de CiU que sólo se emociona cuando habla de España.

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