Naturaleza sin fronteras
Árboles del norte y del sur conviven en el valle del río Ayuda, que surca este enclave burgalés en tierras de Álava
La naturaleza no nos juzga: ésta es, según dicen, la razón por la que gusta a hombres de la más variada condición. A un pino que nos da sombra en verano (pero también a un león que nos puede comer) le es indiferente si somos reyes o mendigos, de izquierdas o derechas, heteros o gays. La naturaleza simplemente es ajena a nuestras convenciones, empezando por la más artificiosa de todas: las fronteras políticas.
Esto se ve muy bien caminando por el valle del río Ayuda. Esta corriente recorre de este a oeste, a lo largo de 30 kilómetros, el condado de Treviño, enclave burgalés en territorio de Álava (desde 1200) que cada cierto tiempo suscita la polémica de si sus 51 pueblos no estarían mejor atendidos por la cercana Vitoria que por el lejano Burgos, con el que cada día -dicen que la distancia es el olvido- tienen menos en común.
Hayas, mostajos, tejos y avellanos se mezclan con encinas, enebros, quejigos y arces
En vano examinará el visitante su entorno natural para saber si es más castellano que vasco o viceversa: en el encajado discurrir del Ayuda cerca de sus nacederos, aguas arriba de Sáseta, se ve una mezcla tal de árboles típicos del norte -hayas, mostajos, tejos, avellanos...- con otros de raigambre sureña -encinas, enebros, quejigos, arces de Montpellier...-, y son tan saludables las dimensiones de unos y de otros, que lo único que queda claro es que la naturaleza es de donde la dejan vivir en paz.
Una valiosa lección, sobre todo viniendo de quien no pretende darla.
En busca del valle de los Árboles, que así le llaman, nos adentraremos en el condado por La Puebla de Arganzón, villa multitudinaria -para los parámetros del enclave, donde sólo dos pueblos pasan de 200 habitantes, y éste es uno de ellos- que debe su popularidad al hecho de hallarse en plena A-1 y justo en el arranque de la carreterilla que surca de poniente a naciente este islote burgalés por el valle del río Ayuda. Posee la única gasolinera del condado, un curioso puente medieval en cuesta sobre el río Zadorra, una iglesia gótica del siglo XV y una excelente tienda de antigüedades.
Por esta carretera, rebasaremos pueblos de buen ver como Añastro o como el propio Treviño y desvíos hacia lugares que merecen una visita más reposada: Cucho, una aldehuela bonita a rabiar, restaurada piedra a piedra durante 25 años por Fernando Díaz del Peral; la ermita románica de la Concepción (1190), en San Vicentejo; o las cuevas eremíticas de Las Gobas, cerca de Laño. Pero sólo nos desviaremos definitivamente a la izquierda cuando veamos las indicaciones hacia Urarte y Sáseta, villorrio donde comenzará nuestro paseo, casi en la linde (artificial, invisible) con Álava.
Una vez en Sáseta, y ya a pie, bajaremos por la pista de tierra que sale del pueblo pasando al lado del único bar, una pista marcada con borrosos trazos de pintura blanca y roja que nos acercará en 10 minutos al río Ayuda, el cual no deberemos cruzar por un anciano puente de palos que allí se presenta, sino seguirlo aguas arriba por el sendero que se cuela a través de una portilla metálica.
La primera media hora es un tanto decepcionante, el valle tiene aún poco carácter, escaso relieve y un monótono tapiz de encinas. Pero luego se ahonda entre escarpes de conglomerado que descuellan sobre hayas y quejigos colosales, a la sombra de los cuales el río Ayuda "forma poéticos remansos y espumeantes cascadas", para citar a Deogracias Estavillo, cronista de este ignoto condado.
A una hora y media del inicio, o algo menos, cruzaremos por una pontezuela de madera el barranco Arrola -afluente del Ayuda-, junto a un prado con refugio, y doblaremos a la derecha para subir media hora más por este barranco -ora por sendero, ora por su lecho- hasta atisbar en la espesura los tejos de Arangachi.
Tras admirar estos árboles -que, a juzgar por su tamaño, estaban aquí antes de que se inventaran Burgos, Álava y todos los parches y costuras de la piel de toro-, nos volveremos por el mismo camino.
Arte románico y buena mesa
- Cómo ir. El condado de Treviño dista 320 kilómetros de Madrid. Hay que ir por la A-1 hasta La Puebla de Arganzón y desviarse aquí por la BU-P-7442 para seguir las indicaciones viales hacia Añastro, Treviño, Albaina, Urarte y Sáseta, inicio de la ruta a pie.
- Datos de la ruta. Duración: cuatro horas. Longitud: 10 kilómetros. Desnivel: 200 metros. Dificultad: baja. Tipo de camino: pista de tierra y sendero señalizado con marcas de pintura blanca y roja. Cartografía: hoja 22-8 del Servicio Geográfico del Ejército.
- Qué ver. En San Vicentejo: ermita románica de la Concepción. En Laño: cuevas eremíticas de Las Gobas. En Marquínez: pinturas rupestres prerromanas, casonas y palacetes blasonados. Además, soberbios ejemplos de arquitectura rural en Cucho y Saraso.
- Comer. Urgora (Torre; telf. 945 40 31 60): cocina creativa de temporada; precio medio, 30 euros. Palacios (La Puebla de Arganzón; tel. 945 37 30 30): alubias pintas de Treviño, bacalao a la riojana y, de postre, ramonísimo; 25 euros. Ventas de Armentia (Armentia; tel. 945 36 00 78): cogollos de Tudela con anchoa y salmón, merluza a la ondarresa y chuletón en plato caliente; 19 euros.
- Dormir. Casa Maribel (Aprikano; teléfono 945 36 28 18): junto al des-filadero de Subijana, uno de los mejores agroturismos de España, gracias a las atenciones maternales de la dueña; doble, 55 euros. Basarte Extea (Faido; tel. 945 40 32 38): antiguas cuadras y pajares rehabilitados como casa rural, muy acogedora; 42 euros. Posada Mayor de Migueloa (Laguardia; teléfono 945 62 11 75): casona blasonada de 1640, con muebles suntuosos, restaurante de alto nivel y bodega; 93 euros. Más alojamientos: www.nekatur.net
- Compras. Antigüedades La Puebla (La Puebla de Arganzón; teléfono 609 20 51 00): muebles restaurados y objetos de decoración.
- Más información. Ayuntamiento de Treviño (teléfono 945 36 00 18).
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