Fisioterapia musical
De la universalidad de la música da cuenta el estruendoso éxito de Lágrimas negras, el disco que Bebo Valdés y Diego El Cigala han llevado a los puestos más altos de las listas de ventas. Un mestizaje musical que viene a la cabeza con el estreno de El milagro de Candeal, documental en el que se comprueba cómo dos lugares tan distintos como Salvador de Bahía, en Brasil, y el barrio sevillano de las 3.000 viviendas parecen primos hermanos rítmicos y cinematográficos. Como en la reciente Polígono Sur (Dominique Abel, 2003), que atrapaba el universo gitano y flamenco, Fernando Trueba se adentra en la música a través de la sociología, retratando a un pueblo deprimido económicamente que no pierde la sonrisa gracias a la armonía. Los gitanos de las 3.000 aprenden a tocar las palmas casi antes que a andar, al igual que los negritos del barrio de Candeal fabrican música con el pañal puesto, dos palillos y un cubo.
EL MILAGRO DE CANDEAL
Dirección: Fernando Trueba. Intérpretes: Bebo Valdés, Carlinhos Brown, Gilberto Gil, Caetano Veloso. Género: documental musical. España, 2004. Duración: 120 minutos.
El milagro de Candeal está lejos del estallido formal que contenía Calle 54, el anterior documento musical de Trueba. Allí las actuaciones de jazz latino se sucedían, en interiores, con un magnífico ejercicio fotográfico y con mínimos descansos en los que el director hacía una sucinta presentación del personaje en cuestión. Aquí la música brasileña es la protagonista, pero no en solitario. El milagro de Candeal es un paseo por el Brasil que une la profundidad polifónica con el misticismo religioso. Un ritual en el que el folclore termina venciendo. De la mano de Valdés y Carlinhos Brown, Trueba va visitando a mitos como Gilberto Gil o Caetano Veloso en sus propias casas, donde éstos no sólo aprovechan para ofrecer lo que mejor saben hacer, música, sino para reflexionar sobre los orígenes de ésta y sobre su futuro, sobre el país que les vio nacer y sobre el modo de hacerlo progresar.
La música como vía de escape, pero también como seña de identidad. Las escuelas musicales de Salvador de Bahía son colegios en los que las corcheas y los pentagramas no son sus únicos habitantes. Allí se enseña también a vivir. Con ilusión, con dignidad, con esperanza. Así, Trueba, gracias a un excelente montaje, elige siempre el mejor rostro en su encuadre, captando cada mirada, cada sonrisa. El estupendo sonido hace el resto.
Lo que sí se echa de menos en la película es alguna explicación de si hay o no un reverso tenebroso, alguna cojera en este idealista milagro de Candeal que hace que el barrio parezca más la postal de un cielo limpio y azul que un lugar del planeta Tierra. En determinados momentos, la ciudadanía se asemeja más a una trasnochada y bienintencionada parroquia que a una gente de carne y hueso, con sus miedos, sus iras y sus bajones vitales y sentimentales. Pero el experimento comandado por Carlinhos Brown para sacar a su pueblo de la miseria no deja de ser una proeza. Aunque tenga grises interioridades no descritas en la película. Y es que, como dice uno de los participantes en el documento, la música parece ser el mejor fisioterapeuta que existe.
Babelia
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