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Columna
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Qué ve aquí Gelman

"El día que vino y se fue / será un gran día", dice el poeta Juan Gelman en su último libro, País que fue será. Qué maravillosa definición de la nostalgia, la pérdida y el paso del tiempo. Ayer, ese miércoles que parecía irrelevante, oscuro, y que hoy, cuando quizá ya es demasiado tarde, sabemos que era "el día / incomparable que ya nadie nunca / volverá a ver jamás sobre la tierra", como nos había anunciado otro poeta, Ángel González, desde su libro Sin esperanza, con convencimiento, en 1961. La poesía, cuando la escriben autores del tamaño de Gelman y González, puede hacer todo eso, puede prever y revisar, hacernos vivir por adelantado o hacernos vivir dos veces lo mismo, y las dos veces por primera vez.

Ángel González vive la mitad del año en Estados Unidos y la otra mitad en Madrid. Juan Gelman también vivirá aquí y ahora, durante algo más de un mes, en la Residencia de Estudiantes, ese edificio extraño de la calle del Pinar que tiene mucho menos que ver con el urbanismo que con la literatura; que está en las aguas jurisdiccionales de la poesía y en el que, por lo tanto, lo invisible no es lo opuesto a lo visible, sino sólo su otra mitad: uno se sienta allí a hablar con la mejor poesía de hoy, la que baja desde Juan Gelman hasta su anfitrión y presentador de la lectura del martes pasado, Luis Muñoz, y es muy fácil sentir, un poco más allá, en un más allá que está muy cerca porque está muy adentro, las voces de los antiguos habitantes y visitantes de la Residencia: Federico García Lorca, Luis Buñuel, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez... Que esa fila acabe, por ahora, en un escritor como Juan Gelman, es un lujo para la ciudad. ¿Quién se atreve a decir que Madrid es lo mismo con Gelman que sin Gelman, tras leer libros suyos como los tres de su primera época que acaba de reunir la editorial Visor en un solo volumen, Cólera buey, Fábulas y Los poemas de Sidney West, o el nuevo que sacará en unos días, esa prodigiosa última bala que es País que fue será?

Quizá toda ciudad, como toda persona, tenga un solo destino, pero al destino también hay dos formas de afrontarlo: sentarse a esperar que llegue o salir en su busca. Gracias al programa Poeta en la Residencia, por el que ya han pasado autores como el chileno Gonzalo Rojas, la peruana Blanca Varela o el cubano Cintio Vitier, y al que ahora se suma Juan Gelman, Madrid se puede permitir el lujo de traerse a los mayores poetas de nuestra lengua para que la escriban, nos miren, nos den una explicación. ¿Qué verá Juan Gelman en Madrid? ¿Qué va a descubrir en nuestras calles un hombre que advierte en su País que fue será que a un poema "le basta con lo que no sucedió", que nos obliga a reconocer "la suma insignificante de lo visible" y nos recuerda que la realidad es todo, no un fragmento, que es a la vez el pasado y el presente igual que un poema puede ser a la vez una pregunta y una respuesta: "La vida espesa está ahí, ¿estoy / ahí? Es ella sin condiciones y / mediovive en lo evidente. Lo / que aprieta el corazón no es / la imagen de la mañana pintada / en un cristal. Es la / ingratitud de las pesadillas, / todas vuelven y no dicen cómo / hay que sumar lo que pasó / a este fulgor de otoño que / tiene caminos, luz para los buques / que no viajan más". Supongo que para alguien que lleva bajo la piel la historia terrible que Gelman sufrió en los tiempos de la dictadura militar en Argentina y Uruguay vivir es ver volver, como escribió Azorín, pero también es volver a morirse.

Después de su lectura de poemas del pasado martes, que sin duda va a ser un gran día, el próximo lunes Juan Gelman dará en la Residencia de Estudiantes, a sus 78 años, según él mismo afirma, su primera conferencia: Alrededor de la poesía. Y un poco más adelante impartirá un taller, donde seguro que se van a reparar algunos de los conceptos tópicos que algunos siguen aplicándole a la poesía. Pero, sobre todo, Gelman vivirá en Madrid, visitará gente y será visitado, será uno de nosotros durante estos próximos treinta días que ya han sido inolvidables. Eso sí que es agrandar la vida cultural de una ciudad y, en compensación, hacer de la literatura algo vivo. Qué gran negocio para ambos, para Gelman y para Madrid.

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