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Crónica:VUELTA 2004 | Concluye hoy con la contrarreloj de Madrid
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pérez achucha a Heras

El ciclista asturiano recorta en Navacerrada en medio minuto la renta del cántabro y la deja en 43 segundos

Carlos Arribas

Cuando a Ángel Arroyo le vaciló Lucien van Impe subiendo Joux Plane -iban codo con codo y el belga miraba al del Barraco sonriendo, como si no sufriera, una mueca su cara, la boca abierta; le proponía colaborar, nada de atacarse- irrumpió entre medias, al volante de su 1.430 ranchera, José Miguel Echávarri y, a voz en grito, le dijo que no se dejara engañar, que Van Impe no podía más, que estaba para el arrastre: "Ataca, ataca". José Manuel Fuente no necesitaba director que le dijera cuándo atacar. Si estaba bien, en cuanto comenzaba un puerto atacaba, fuera Merckx el rival u Ocaña. Era su temperamento. Una arrancada de dinamita y todo por los aires. Cuando iba mal, tampoco necesitaba director. Le valía con que su compañero Nemesio Jiménez le empujara o le obligara a subir a la bicicleta si pensaba abandonar.

En dos kilómetros Heras cede 30 segundos, lo mismo que en La Covatilla, su dosis cotidiana de esperanza
Pérez se levanta, acelera, acelera. Heras se levanta, aguanta, aguanta. El primero que se siente sabe que está perdido
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Santi Pérez, asturiano como El Tarangu, también fuerte de carácter, pero frío, hielo, a la hora de expresarse sobre los pedales, también dinamita en sus demarrages, pero sin excesos, con otro aliento, no tiene retrovisor. Alberto Heras, tampoco.

Para saber cómo están sus compañeros de grupo, sus rivales en las rampas más duras de Navacerrada, superada la Boca del Asno, allá donde Perico Delgado, que es de la tierra, cambió de bici en una cronoescalada, Heras se deja caer de la cabeza -ya sin libertys asegurando el ritmo: un doble ataque, a lo Ferretti, de los phonak Sevilla y Valjavec ha acabado con los últimos gramos de Nozal, el gregario de Heras, que buscaba su redención en el lugar donde perdió ante él la Vuelta de 2003- a la cola. Mira, observa piernas y cadencias, contrasta jadeos y máscaras, bocas y miradas. Luego, no convencido, vuelve a ponerse en cabeza. A esperar. Resignado al ataque inevitable de Pérez. Haciendo funcionar su computadora. Confiando más en su oficio, en su conocimiento de la Vuelta, que ya ha ganado dos veces, que en sus piernas, que no son las de siempre, que han chocado con un escalador mejor.

Cuando llega el ataque, cuando Pérez, plato grande, poco antes de las bien llamadas Siete Revueltas, la parte más dura de la cara segoviana de Navacerrada, se pone de pie sobre la bicicleta, empieza a manejar los piñones con habilidad para abrumar de dolor las piernas de sus rivales, cuando se pone a 40 por hora como dice Valverde, inalcanzable, Heras, que lo espera, se somete al sacrificio. Aguanta, aguanta, le deja ir tres metros, espera, sabe que Pérez acabará sentándose, que no es El Tarangu aunque sea asturiano y de dinamita, que no es Bahamontes aunque tenga sus piernas de alambre, su cuerpo hambriento. Pérez, en efecto, se sienta y Heras, resoplando, suspira. Se aferra a su rueda. Reza para que Pérez se dé por satisfecho. Por que no le vea la cara. Pérez no tiene retrovisor, pero Álvaro Pino, su director, tiene una hermosa pantalla de televisión en su coche. Y una radio para dar órdenes, aunque sean bidireccionales. Para decirle a José Enrique Gutiérrez al que lleva por delante desde la fuga matinal, que se apure, que acelere, que no pare hasta ganar la etapa -y Gutiérrez, feliz, le obedece y cumple-; para gritarle a Pérez que no dude, que Heras sufre para aguantar su rueda, que le está viendo la cara, la boca exigiendo aire, las espaldas subiendo y bajando, que vuelva a tensar la marcha. Heras aguanta dos kilómetros. Del cuatro al dos. Dos kilómetros locos. En el dos, Pérez se levanta, acelera, acelera, Heras se levanta, aguanta, aguanta. Un duelo único. El primero que se siente sabe que está perdido. Dos segundos antes que Pérez, Heras resopla, se deja caer sobre el sillín. Pérez se pierde en el horizonte mientras, símbolo máximo del día, está a punto de caerse al tropezar con una bandera de un forofo. En dos kilómetros pierde Heras 30 segundos, lo mismo que en La Covatilla, su dosis cotidiana de esperanza. Terminada la 12ª etapa, la de Calar Alto, Heras sacaba 4m 22s a Pérez. En vísperas de una contrarreloj que la tradición quiere -bien lo sabe Heras por doble partida, ganadora ante Nozal, perdedora ante Aitor González- que resulte favorable al que remonta, Heras saca 43s a un Pérez que no pensó que podía ganar la Vuelta hasta la cronoescalada de Sierra Nevada.

Roberto Heras, el líder, sufre tratando de seguir a Santiago Pérez.
Roberto Heras, el líder, sufre tratando de seguir a Santiago Pérez.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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