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Reportaje:

Otras energías posibles

El cemento y la energía eléctrica pueden ser sostenibles a gran escala

Los datos de consumo de energía eléctrica indican que cada 14 años se dobla la cantidad. La conferencia de Kioto en 1997 y las decisiones que han ido adoptando, con menor o mayor compromiso, los estados desarrollados han impulsado un camino de conocimiento y aprovechamiento de otras energías. Fórmulas hay varias, muchas en fase de desarrollo. Soluciones factibles de reciente investigación, también. Dos de ellas son el resultado de dos grupos de trabajo en Ingeniería de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV): la utilización de láminas fotovoltaicas que reducirían hasta un 30% el consumo de energía eléctrica, especialmente en las pymes industriales; y el uso de cenizas volantes de las centrales térmicas como cemento, pasan de residuo a subproducto, se convierten en un cemento con parámetros incluso superiores a los del que se usa.

Las cenizas volantes se convierten en cemento igual o mejor del que se usa
El uso de láminas fotovoltaicas podría reducir el consumo eléctrico un 30%
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El profesor de Ingeniería de la UPV Tomás Gómez Navarro considera que existe una ecuación que demuestra la urgencia en intervenir en un mayor y mejor aprovechamiento de la energía naturalmente disponible: "Alcanzamos cada vez mayor cota de desarrollo, somos más exigentes pero consumimos más, luego somos menos eficientes".

Javier Siles, de la misma Universidad, es de los investigadores empeñados en que las construcciones, desde las pymes a los edificios oficiales, desde un polideportivo a un conjunto residencial, incluyan en su cubierta paneles fotovoltaicos de silicio amorfo, que transforman el calor del sol en energía eléctrica y por tanto contribuyen a reducir el consumo.

Las láminas fotovoltaicas de silicio amorfo no tienen nada que ver con las solares térmicas -cuya inclusión en los edificios de nueva construcción es obligatoria en Valencia por una reciente ordenanza del Ayuntamiento-. Las solares térmicas convierten la energía solar en calor y éste sustituye ,en parte, el combustible de las calderas. "Es un ahorro y encaja en las políticas de reducción de energías de origen fósil, pero hasta ahora tiene una incidencia muy pequeña, son de alto rendimiento, y de muy elevado coste,", afirma Siles.

Las láminas fotovoltaicas de silicio amorfo, que producen electricidad, están muy desarrollas en otros países de Europa y la UPV no sólo ha profundizado en ellas sino que ha hecho un estudio de mercado. Producen energía eléctrica, se incrustan en las cubiertas como un elemento más y el precio es mucho más barato. Una pyme con 2.000 metros cuadrados de cubierta invertiría 30.000 euros en cubrirla. Si lo hiciera con silicio amorfo el precio se encarecería un 15% pero, según los datos que manejan Gómez Navarro y Siles, el consumo se podría reducir hasta en un 30%, es decir una factura eléctrica de entre 7.000 y 8.000 euros, descendería en unos 2.200 euros.

La Comunidad Valenciana, según datos de la Consejería de Industria y de la Cámara de Comercio, tiene un parque de pymes industriales que supera las 26.000. La energía solar, aprovechada con láminas de silicio amorfo, tendría un impacto a la baja del consumo de energía eléctrica de hasta 100 kw instantáneos. "Esta es una solución que frenaría de forma sostenible el crecimiento del consumo eléctrico", afirma Gómez Navarro. La investigación ha ido más allá. "Tenemos necesidades propias y capacidad para darles respuesta con tecnología propia. Ese mercado revertiría también en la economía valenciana a distintos niveles", admite Siles. Ambos profesores entienden que "es necesario responsabilizar del consumo de la energía, desde la educación al respeto al medioambiente hasta la aplicación del concepto de sostenibilidad". Y consideran que desde la perspectiva actual, en un plazo razonable, el objetivo podría ser una diversificación que combinara energía de origen fotovoltaico, nuclear (más por fusión que por fisión), eólica y otras convencionales".

Si las placas fotovoltaicas de silicio amorfo tienen enormes capacidades para aprovechar la energía solar, otras fórmulas sostenibles descansan en la utilización de los residuos. José María Monzó, también investigador de la UPV, fue el impulsor de un estudio sobre la utilización de las cenizas volantes de las centrales térmicas como elemento constructivo, como cemento. El resultado se convirtió en patente hace siete años y tras la eficacia probada sólo necesita demanda, que entre otras cosas pasa por superar culturalmente la asimilación del residuo a deshecho sin valor.

Las cenizas volantes son objeto de las miradas de los investigadores desde 1917 y fue en 1937 cuando se publicaron los resultados sobre su utilización en hormigón. En EE UU, dos décadas después, las cenizas volantes pasaron de residuo a subproducto. Esas cenizas, que en un año llenarían en España los vagones de un tren de 80 kilómetros de largo, son material incombustible que queda después de la combustión. Las que Monzó ha utilizado para crear un cemento "ecológico" son un material sólido de granulometría fina que tiene su origen en la combustión del carbón pulverizado en los hornos de las centrales térmicas. Los datos de dependencia de la energía de origen térmico, el 47%, dan una idea de la cantidad de residuos que en forma de cenizas volantes se convertirían en un cemento que, según Monzó, tiene parámetros de durabilidad, permeabilidad y resistencia idénticos, o en algún caso mayores, que el convencional.

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