Els Pets se adueñaron del Raval
Un mestizaje al que no estamos acostumbrados. Un paquistaní vendía cervezas, una adolescente enarbolaba la estelada con asno incluido, una madre enseñaba a bailar a su hijo de siete años, otro paquistaní también vendía cervezas y en las aceras los empleados de los restaurantes invitaban a los transeúntes a probar sus falafels. Un mar de latas de cervezas aplastadas tapizaba una calle pródiga en sonrisas. A todo esto, en escena una banda de pop gritaba "jo vull ser rei!" y pedía comprensión para todos los ciudadanos de piel oscura que están motivando un cambio demográfico en el país. Como respuesta, la multitud enarbolaba latas, estelades, pañuelos e hijos pequeños para mayor solaz en plena fiesta mayor. Els Pets estaban tocando en la Rambla del Raval y ellos, especialistas como nadie en fiestas mayores, triunfaban en el corazón de la nueva Barcelona reuniendo a una multitud ante su escenario.
Puede que otros años hubiese habido más público -con Lee Perry se bordeó el colapso- e incluso podría aventurarse que con Pastora, la banda que precedió a Els Pets, hubo más gente que con los de Constantí, pero el objetivo que alimentaba la presencia de Pets allí, la renovación del público en ese escenario tradicionalmente mestizo, se logró. Se perdió en el camino un cartel algo menos visto, por allí ha pasado Rachid Taha, por ejemplo, pero en el juego de balanzas, la organización prefirió fiesta mayor. Y la hubo, porque muchos de los adolescentes allí presentes vivían anteanoche su primera fiesta mayor con los amigos. Su primera Mercè de libertad, sin los papás. Y allí estaban Els Pets, tras unos Pastora cuya propuesta de música elegante de calle cuadró mejor con la personalidad del barrio.
La noche había comenzado antes, en otro escenario también lleno. La plaza de Catalunya vio cómo a partir de las 22.00 horas La Mala imponía su estilo desmadejado frente a otra multitud. A estas alturas ya se ha dicho mil veces que el directo no es lo mejor de la recitadora andaluza, pero también es sabido que ella está dotada de una suerte de carisma que le resulta suficiente para imponerse en sus actuaciones. Que Jotamayúscula en los platos y Kultama en la voz de apoyo recuerden más a los empleados de una tómbola que a unos recitadores tampoco es óbice para el triunfo de la Mala, que sobrevive incluso a una instrumentación extraña con guitarra -como de costumbre, apenas se oyó- y percusión. Con esta embarcación cualquiera se hundiría, pero La Mala siguió a flote en una plaza de Catalunya entregada.
La puntilla la puso allí Macaco con su fusión entre sonidos digitales y analógicos, entre el folclor latinoamericano y la electrónica de baile, entre un mundo de tradición y otro que lo será en breve. Su actuación, enérgica, tonificante y de sonido muy definido, con pegada, remató una noche rítmica que luego tuvo su continuación en la Rambla de Raval con Els Pets, broche festivo a la primera noche de Mercè.
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