Protagonista de sí misma
Tienen cierta razón quienes dicen que a partir de la década de los ochenta del siglo XX tuvo lugar una importante transformación que ha marcado las directrices de la poesía española del siglo XXI. Lo que fue atrevimiento y fuerza expresiva, diversidad vital y libertad imaginativa entonces casi desconocidos, es ya hoy una realidad reconocida. Luisa Castro (Foz, Lugo, 1966) contribuyó decisivamente al descubrimiento de nuevos temas y modos de ver el mundo, a la creación de una expresión lingüística consecuente con una renovada sensibilidad, algo evidente en Señales con una sola bandera, libro que reúne su poesía publicada entre 1984 y 1997, y escrita antes de los 25 años. Sus versos han dado la vuelta a todo un concepto poético de la vida y del amor, nunca "retenido en los estantes suntuosos de la tradición amable", como ya pone de manifiesto en su primer libro, Odisea definitiva (1984), donde da comienzo una poesía que reivindica sentimientos contradictorios desde la óptica de alguien que percibe el mundo de acuerdo a claves de realidad y de imaginación nada usuales, enfrentada a "la historia siempre interrumpida por la inminencia / del dolor o del placer oscuro de los cuerpos".
SEÑALES CON UNA SOLA BANDERA. POESÍA REUNIDA (1984-1997)
Luisa Castro
Hiperión. Madrid, 2004
297 páginas. 13 euros
Si algo define la escritura de Luisa Castro es, además de una sensibilidad personal que sostiene su visión de la realidad, sobre todo su capacidad para hacer presente su "yo" poético, su decir sin limitaciones. Por eso esta "poesía reunida" toma su título de una de las secciones del que quizá sea su mejor y más completo libro, Los hábitos del artillero (1990), porque su obra es eso precisamente, Señales con una sola bandera: quien habla es un sujeto que hasta no hace mucho era sólo objeto, quien habla es ella, "yo misma, divisa". En cada libro esa voz se ha ido haciendo y construyendo, pues sus poemas vienen "atados a una suerte de ley / que sienta el primer principio: / que el fruto de la imaginación / sólo a su dueño obedece", como sentencia en el que hasta ahora es su último libro, De mí haré una estatua ecuestre (1997), un libro a la vez polifónico y concreto, lleno de acercamientos visuales. Junto a los citados, se editan de nuevo dos libros más: Los versos del eunuco (1986), el más famoso de los suyos y también el más ambiguo y heterodoxo, con el que muy joven ganó el primer Premio Hiperión, y Baleas e baleas (1988), escrito en gallego y publicado en versión bilingüe en 1992. Aquí están, pues, veinte años de biografía poética.
Podemos así leer el conjun
to de una obra donde cada poema busca su significación propia, y cada verso surge de una honesta necesidad expresiva, auténticamente personal y como tal finamente poética, capaz de encontrar belleza y sentido en cosas aparentemente negativas o difícilmente asumibles por una estética sin matices, pues la suya crece con "las raíces ácidas del alimento de la vida", protagonistas de una historia de reflexión íntima y sincera. Cierra este volumen un poema definitivo y premonitorio, tan poético como material, titulado Filosofía de María, y cuyos dos versos finales ofician casi de luminoso resumen de lectura: "Quede en la corteza lo que el corazón no ama / no pase hacia dentro lo que rompe el corazón". Poesía corporal y narrativa, contraria a dóciles sentimentalismos, visual e íntimamente expresionista, ejemplo de la conformación de un mundo acechante donde lo importante carece de importancia: "palabras escritas para que nadie / pueda hablar por nosotros, ni nosotros mismos". Luisa Castro parece haber creado su propia tradición, esa que niega que la mujer deba ser una estatua de sal para, en todo caso, ser una estatua ecuestre, pues como ella misma nos dice en el prólogo: "El poeta es el que escapa al lenguaje montado en un caballo de lenguaje". Fruto del diálogo íntimo y personal consigo misma que da razón a su escritura, parece nacer después de siete años de silencio poético su próximo libro, del que su autora ha dicho que es "uniforme en el tema, el amor, y heterogéneo en la forma, con poemas en gallego y en castellano, de forma arbitraria". Tras el anuncio, pues, sólo queda la espera, el futuro inevitable.
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