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Crítica:ÓPERA | 'Electra'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pisando fuerte

Corren nuevos aires en la Ópera de Oviedo. Prueba de ello es la inauguración de su LVII temporada con un título nuevo en la plaza -nada menos que Electra- y con el encargo de la dirección escénica a Santiago Palés, curtido con los mejores directores de escena en Salzburgo durante la última década pero no asentado en los circuitos españoles por razones fáciles de adivinar, es decir, porque sabe demasiado. Los refrescantes nuevos aires de Oviedo se perciben también en las actividades paralelas, en el atractivo libro de documentación de la temporada, en las proyecciones de algunos títulos a otros espacios de la ciudad, en la atención a los jóvenes. El director artístico, Javier Menéndez, viene del Liceo de Barcelona. Se nota. En Oviedo la ópera se planifica ahora con un proyecto detrás y no como una sucesión de títulos.

Electra

De Richard Strauss. Con Elizabeth Connell, Inga Nielsen, Mette Ejsing, Claudio Otelli y Josep Ruiz, entre otros. Orquesta del Principado de Asturias. Director musical: Maximiano Valdés. Dirección de escena: Santiago Palés. Nueva producción. Teatro Campoamor, Oviedo, 22 de septiembre.

En cualquier caso, se tenía temor, o más bien inquietud, por la posible reacción negativa de un público tradicionalmente conservador e italianizante ante una ópera tan salvaje como Electra. El griterío de aclamaciones finales no hizo sino subrayar la concentración que se sentía en la sala durante la representación. Silencio total. Ni siquiera el ruido de un papel de caramelito. Los asistentes estaban embelesados. No era para menos. El equilibrio de valores vocales, instrumentales y teatrales estaba tan conseguido que la tragedia griega de Sófocles elevada a otro plano sensual por la música de Strauss era lo que prevalecía.

Emociones

Las mujeres eran mujeres de verdad, de las que sienten y padecen, no muñequitas que cantan. El escenario de Carmen Castañón no recurría a la geometría lineal y se estructuraba con planos inclinados, curvas, diagonales y paredes de fondo en consonancia para describir la irracionalidad y pasión de los conflictos, y, en fin, el vestuario clásico, sereno y atemporal de Gabriela Salaverri, o la poética y contenida iluminación de José Luis Rodríguez dejaban en bandeja el espacio teatral para que Palés tomase las riendas de los actores con suficientes garantías. Y, claro, las tomó. Con criterio, con lucidez, sabiendo lo que se traía entre manos. Las emociones entonces afloraban con la mayor naturalidad. Se estaba asistiendo a una representación de ópera de mucho calado. Y el público así lo comprendió.

Cantaron muy bien todos, aunque las mayores ovaciones recayeron en Elizabeth Connell, una Electra creíble desde una perspectiva de los sentimientos, pero no se quedó ni mucho menos atrás Inga Nielsen como Crisótemis ni tampoco Mette Ejsing como Clitemnestra. Y el resto. Mención aparte merece el trabajo de la orquesta. Sin unos efectivos desmelenados e incluso sin una brillantez especial, realizaron un trabajo de un lirismo y una teatralidad sorprendentes, a las órdenes de un seguro e inspirado Maximiano Valdés.

A la orquesta y a su director les corresponde una buena parte del éxito de esta fulgurante jornada inaugural de la temporada de ópera de Oviedo. La heroica ciudad dormía la siesta, se dice al comienzo de La Regenta de Clarín. En ópera, de siesta nada de nada.

Escena de <i>Electra,</i> de Richard Strauss, durante su estreno en el teatro Campoamor de Oviedo.
Escena de Electra, de Richard Strauss, durante su estreno en el teatro Campoamor de Oviedo.EFE

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