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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Artefactos

Acaeció hace unos años. La DGT dio un voto de confianza a quien adolece, porque sólo tiene 14 años, y le autorizó a conducir artefactos mal llamados ciclomotores, ya que éstos, por ley, no pueden sobrepasar los 45 kilómetros a la hora y, a la vista está, alcanzan los 90.

La DGT no sólo rebajó la edad de los 16 a los 14 años, sino que dejó, de facto, de controlar su capacidad en orden a su aptitud para la conducción. Tampoco controlaba la capacidad de los dieciseisañeros. Le bastaba con una declaración jurada conforme conocían las normas y señales. Ello con lo fácil que resulta jurar en este país.

Hace unos años, un número razonable de jóvenes optaban a la obtención de la licencia mediante examen y quienes demostraban poseer una preparación suficiente eran declarados aptos para conducir.

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Ignoro si por presiones de los fabricantes de artefactos, o del gremio de autoescuelas, o fruto de una iluminación, el hecho es que se dio una alternativa al examen ante Tráfico: la de realizar un cursillo de ocho insuficientes horas en una autoescuela. La diferencia económica es considerable. Dos exámenes en Tráfico cuestan 16 euros. El cursillo de marras, un mínimo de 100 euros. Eso sí, con una garantía de aprobados que ronda el 100%.

Y como vivimos en el país del mínimo esfuerzo, de la irresponsabilidad y del chollo facilongo, más del 95% de los aspirantes ( al menos por estos lares) optan por el cursillo, a la par que se ha convertido a la autoescuela en juez y parte, ya que cobra sus buenos euros y, de hecho, es ella quien otorga la licencia. En tanto el principio de autoridad brilla cada vez más por su ausencia.

Ello ha supuesto un escandaloso aumento en cuanto a expedición de licencias, con una palmaria carencia de formación que,

unida al gamberrismo, vuelve loca a la policía, a la par que pone de los nervios al ciudadano. Infracciones a gogó y un insoportable petardeo por la moda del trucaje del tubo de escape están convirtiendo a las ciudades en inhabitables.

No se exige práctica alguna, ni tampoco revisión de los artefactos, en tanto el "árbol" empieza a crecer torcido.

Ya tenemos muertos jovencísimos, en tanto a casi niños les aguarda un triste futuro una vez han salido del centro para parapléjicos de Toledo.

Y qué decir de unos padres que se supone están para educar y poseer un mínimo de sentido común.

Escribo desde una isla que ha sido declarada Reserva de la Biosfera y en la que, paradójicamente, no podemos conciliar el sueño ni gozar de un apetecible silencio a causa del estruendo a todas horas causado por tanto niñato irresponsable que ha puesto de moda circular de continuo a ninguna parte con un ruido ensordecedor.

Dicen que es de sabios rectificar. ¿Sabrá hacerlo la DGT?

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