Imágenes de Bill Viola
El artista estadounidense Bill Viola (Nueva York, 1961) presenta en el Guggenheim bilbaíno cuatro videoinstalaciones bajo el título Bill Viola: temporalidad y trascendencia. Lo menos importante de estas piezas son los sermones trascendentales de orden religioso y existencial que trata de inocular en los espectadores a través de los espacios oscuros. Hay dentro de algunas filmaciones demasiada moralina explicitada. Se sirve de imágenes donde el agua y el fuego son agentes protagónicos que conducen al principio y final del ser. La vida y la muerte como argumentos extremos. No está lejos la posibilidad de enmarcar tales propuestas como el advenimiento gestual de la parábola del ahogado. Hacemos referencias a tres de las cuatro obras: Cinco ángeles para el milenio, El mensajero y El cruce.
Otra cosa es la pieza titulada Salir al día. En un mismo ámbito penumbral, cinco cámaras fijas ofrecen relatos de cinco historias de muy diversos temas. En una pantalla gigante van desfilando un sinfín de gentes, en paseo de izquierda a derecha (hasta desaparecer), por un sendero boscoso. Recuerda a los bosques de Paolo Uccello, en tanto parece como si fueran a desaparecer alguno de esos caminantes al modo de personajes y animales del surrealista René Magritte. En otra de las secuencias, El viaje, las alusiones plásticas son Edward Hopper en los personajes del primer plano (por la atmósfera de soledad y desolación) y, por otro lado, el paisaje daliniano de Port-Lligat como fondo. En otras dos piezas, aún teniendo al agua como conexión, el artista contrasta la acción en movimiento y la quietud de la inacción. Muy inquietante y catastrófica la primera, con la aparición blandengue como remate del relato con un "angel" metafóricamentea salvador la segunda. La pantalla que plasma secuencias ininterrumpidas de agitadas y ondulantes llamas queda perdida por proyectarse sobre la puerta de entrada. El fuego se diluye por momentos frente a la oposición del agua torrencial. La dualidad resulta un tanto coja, por no no decir estéril.
Se debe recordar que sobreabundan los movimientos de cámara lenta, como la inserción de tiempos por demás lentísimos. Esa cualidad de signo lento es una parte, nada desedeñable, a utilizar por Bill Viola para que su mensaje ideológico penetre por la conciencia misma del espectador. Por si fuera poco, todo se presenta dentro una atmósfera oscura, como ya está dicho. Lentitud y negrura acaban por convertirse en celestinas de lujo de un discurso sólo apto para "espectadores alondra". Preferimos la actitud de fijar las cámaras a la manera del espejo stendhaliano.
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