Venezuela

Deseo señalarle mi discrepancia con relación al contenido de los dos últimos editoriales concernientes a Venezuela publicados por EL PAÍS con fecha 17 y 26 de agosto.

En ambos editoriales parece sugerirse la peregrina idea, distante del derecho internacional y en general de todo principio jurídico progresista, de que la autónoma e independiente Venezuela requiere un tutelaje internacional constante (o así lo advierte EL PAÍS) ante futuribles apocalípticos que los hechos y el devenir han demostrado que no se concretan.

En todo caso, esta visión de necesario tutelaje puede vislumbrarse, un tanto desdibujada o en estado puro, en frases tan respetuosas como las que expresan que: "El jefe del Estado venezolano está obligado a que su gesto [de tender 'aparentemente' la mano (sic)] de ayer sea más que un gesto"; "Es previsible que siga el conflicto (...) la comunidad internacional tiene que permanecer vigilante ante posibles retrocesos en las libertades tras el referéndum. El presidente venezolano debe ahora demostrar espíritu de conciliación (...) Pasado el referéndum, el mundo no debería desentenderse de Venezuela".

Habría que preguntarle al editorialista si habría considerado correcto que a ciertos países de Europa Oriental se les exigiera rendirle cuentas a alguna nación o conjunto de naciones más poderosas en el escenario internacional, al atravesar por cambios históricos que les llevaran a mayores niveles de democracia y bienestar.

Más allá del obvio irrespeto a la soberanía nacional, está la incorrección de divulgar a través de palabras bien engranadas la idea deletérea de que algunas naciones deben ser tuteladas por otras, obviando, además, el hecho de que muchas veces los potenciales tutelandos han demostrado saber gestionar su desarrollo democrático con más paz y autonomía que el exhibido en ocasiones por quienes (suponemos que desinteresadamente) ansían ser sus tutores.

A esto deben sumarse varias imprecisiones y tergiversaciones, como acusar al Gobierno del presidente Chávez de "hundir la economía", cuando los organismos internacionales más reputados señalan que Venezuela es la nación de América Latina que más ha crecido en 2004, con los mayores niveles de reservas internacionales y con importantes índices de reactivación en los niveles de consumo, lo que demuestra la buena marcha de la microeconomía, y ello a pesar de las pérdidas que supuso la fuga de capitales, el golpe de Estado de abril de 2002 y el posterior sabotaje petrolero, todo con el fin de desestabilizar al Gobierno.

También se apunta que el Ejecutivo se aseguró, antes de la consulta refrendaria del 15 de agosto, "el control del Consejo Nacional Electoral", otra idea que sorprendentemente concuerda con los mitos opositores a los que se puede recurrir fácilmente cuando no hay ningún argumento que empañe una limpia victoria electoral que refleja el sentir de seis millones de ciudadanos venezolanos.