Insultos
Se insulta mucho. Durante una época -que no era la época previa a la Guerra Civil, pero se le pareció- se insultaba tanto -en la prensa, en la radio, aún no tanto en la televisión, donde ahora se insulta bastante- que se podían subrayar los insultos y se quedaban ennegrecidas las ondas y las páginas de ciertos diarios. Los insultos, entonces singularmente de carácter político, se hicieron reino habitual de los medios a partir de 1993, una fecha que marcó un antes y un después en el ámbito aún reciente del respeto democrático. Ahora estamos aún en el después de aquel punto de inflexión; ha bajado la intensidad, pero sigue habiendo picos, valles y huracanes. Por ese tobogán del agravio gratuito e incluso soez han bajado toneladas de insultos que una vez Manuel Vicent identificó con las máquinas de picar carne: picaban carne por la noche, y el resultado del insulto universal era recogido por la mañana en inmensos camiones de basura que a lo largo del día reciclaban su mercancía para que hubiera sitio de nuevo para picar carne a la noche siguiente. Entre la carne picada estaban no sólo los políticos, sino también los periodistas, así como otros ciudadanos indefensos cuya falta fuera haber pasado por donde los insultadores desaforados consideraban que no se debía pasar. Ellos imponían -imponen- su ley, y no hay ley que vaya contra ellos. Una vez le pregunté a un juez qué se podía hacer frente a los insultos que distinguían a algunas firmas; no se puede hacer nada, o se puede hacer muy poco, y lo que se puede hacer tarda años en hacerse. La costumbre no ha variado, porque la cultura del insulto es pegajosa como el chicle. Siempre que oigo o leo -o veo- cómo se insulta me pregunto qué sucedería si los insultos fueran de cobro revertido. El que insulta suele tener un alto sentido de su propia estima y si se le replica, o se le manda el juez, apela indignado a ese difuso sentimiento en que se ha convertido la libertad de expresión. Habría que aplicarles la reacción de aquel personaje del chiste: después de escuchar atónito cómo otro le lanzaba denuestos en público -toda la lista de interjecciones que están dentro y fuera del diccionario-, se quedó mirando la cara del insultador, al que le gritó para que los otros oyeran también: "¿Y qué le dijiste cuando él te insultó a ti de ese modo?".
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