La fuerza de la UE
La fuerza de la Unión Europea para impulsar la democratización de los países aspirantes a la adhesión se manifestó ayer al retirar el Gobierno turco, de origen islamista, su propuesta de penalizar el adulterio con la cárcel. Es un gesto digno de elogio, aunque el primer ministro Erdogan y su grupo, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, deberían dejar claro que no volverán a plantearlo. Pues el haberlo intentado ha constituido un serio traspié para los deseos de Turquía de que la UE se comprometa a abrir negociaciones para su ingreso y ha deslucido la reforma modernizadora del Código Penal que debate el Parlamento.
La Comisión Europea, actualmente tan dividida como los Gobiernos de los 25 al respecto, tiene que emitir su informe sobre los progresos de democratización de Turquía el próximo 6 de octubre y el Consejo Europeo decidir en diciembre si acepta abrir negociaciones de adhesión (posiblemente en el primer semestre de 2005), aunque no pueda comprometerse a una fecha de conclusión. Una negativa o una oferta confusa -como la que parte ahora de Austria y de algunos sectores alemanes de proponer la apertura de negociaciones sin especificar con qué fin- podría precipitar una regresión económica, política y social en Turquía. La responsabilidad de la UE es aún mayor ahora que gobierna un partido islamista, cuya adaptación a Europa y a sus valores laicos y democráticos puede equivaler al nacimiento de la democracia cristiana en su día y proyectarse con éxito sobre el conjunto de un mundo musulmán sometido a convulsiones.
Las dificultades que plantea el ingreso son considerables: un país grande, pobre aunque pujante, que se acerca a los 70 millones de habitantes -lo que le otorgaría teóricamente el mismo poder de voto que Alemania- y de mayoría y cultura musulmanas, lo que provoca serias reticencias en Alemania, Austria, Francia, Holanda, Letonia y otras naciones. Pero precisamente por su enorme deseo de entrar en Europa, Ankara está realizando desde hace más de dos años lo que un comité de notables europeos ha calificado de "revolución silenciosa".
Queda mucho camino por recorrer. El Estado dentro del Estado, que son los militares turcos, aún es una realidad incompatible con el sistema democrático europeo. Turquía debe aún poner mucho de su parte, pero está en manos de la UE evitar que entierre los sueños laicos de Ataturk y se convierta en un Estado islámico fundamentalista.
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