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EL PAPEL DE JAVIER ARENAS EN EL PP
Columna
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El calzador

El calzador ha sido un instrumento, hoy en desuso en los hogares españoles, que permitía ajustar al máximo el tamaño del pie al del zapato al que se aplicaba, en unos tiempos en los que los fabricantes no ofrecían la variedad de tallas y la flexibilidad de pieles que hoy encontramos en cualquier comercio del sector.

Se convertía por ello, este utensilio doméstico, en cómplice de multitud de deformaciones de los pies y de infinidad de molestos dolores que siempre tenían su final cuando el individuo, tras la jornada laboral, conseguía despojarse de sus zapatos, poniendo fin a la compresión cruenta que ejercían sobre sus inquilinos rutinarios.

Calzadores, figurados, se utilizan en muchas otras actividades cotidianas, con similar finalidad y, desde luego, con idénticos resultados traumáticos.

La política no es ajena a ello y son frecuentes las soluciones "con calzador" que se vienen aplicando a situaciones complejas cuando, hoy por hoy, en nuestro actual régimen de democracia, carecen de sentido, pues la flexibilidad de un sistema democrático y la pluralidad de opciones debieran permitir establecer relaciones de simbiosis, entre el propio sistema y las personas, útil y gratificante para ambos.

El presidente del PP-A, Javier Arenas, "calzado" con cierta violencia y dificultad al cargo que ostenta y a la organización en la que se asienta, buen conocedor del cajetín del limpiabotas, tal vez desde aquella ya casi histórica foto en el Palace, sigue siendo un experto en el manejo del curvo instrumento, aplicándolo implacablemente allá donde entienda que este pie debe ser para ese zapato siempre que ambos, aún con dificultades, caminen tras sus pasos.

La situación por la que atraviesa el Partido Popular de Almería es un ejemplo de cómo el calzador se utilizó hace años para colocar a Rodríguez-Comendador como presidente provincial y como de nuevo el mismo artilugio y por idénticas manos se pretende aplicar para designar a su sucesor.

Los resultados no podían ser otros que los que durante estos años ha vivido la organización provincial almeriense, con continuas disputas internas, gravísimas fracturas como la protagonizada por Megino y un mantenido clima de mal ambiente que se ha traducido en una evidente parálisis electoral en las municipales, nacionales, autonómicas y europeas últimas.

Si culpable lo es el actual alcalde de Almería por aceptar, sin tener capacidad ni horma para ello, el cargo de presidente provincial, mucho más lo es quien forzó esa decisión con la sutileza del calzador.

Lo peor es que ambos, Rodríguez y Arenas, pretenden reincidir en sus prácticas erróneas, proponiendo el uno y calzando el otro a un nuevo presidente, el actual alcalde de Roquetas, de reconocida eficacia en la gestión municipal pero viciado en su designación al carecer del refrendo plural que exige el juego democrático, por mucho que el mismo se fuerce también en el próximo congreso provincial a celebrar tras el regional de finales de octubre.

De ahí no es de extrañar la posición mantenida por el alcalde del Ejido, Juan Enciso, defendiendo la representatividad que le brindan los apoyos con los que cuenta, si bien no comparta con él las formas, alejadas también del debate serio y sereno que los populares almerienses se merecen y estoy convencido que están deseando.

Lo cierto es que si nos detenemos a valorar la trayectoria seguida por Arenas en este campo, encontraremos que Andalucía está repleta de callos y juanetes, provocados precisamente por la mala selección que del calzado político ha hecho el dirigente popular y su empecinamiento en adaptarlo a cometidos escasamente ortopédicos y claramente distantes de aquello que se merecía un partido con una valiosísima militancia.

Si, como se comenta, el presidente del PP-A está dispuesto a renovar el 50% de las direcciones provinciales y a hacerlo, como ya apuntó él mismo, sin debate interno, con candidaturas impuestas, como ha venido haciendo hasta ahora, las posibilidades de contar con un partido deforme y que dé continuos quebraderos de cabeza a la dirección nacional en sus aspiraciones por reconquistar el poder, son todas.

Es muy probable que veamos a un Rajoy decididamente encaminado a su objetivo, pero un cortejo andaluz, encabezado por Arenas, dolorido, incapaz de andar dos pasos sin tener que detenerse e inoperante en sus funciones, por culpa, no lo olvidemos, del calzador.

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