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Reportaje:

"No quiero ir al colegio. Allí matan"

Los niños de la escuela de Beslán se niegan a volver a clase, traumatizados por el terror vivido durante su secuestro

"No quiero ir nunca más al colegio. Allí matan". Estas palabras de Elina, una pequeña de siete años que ingresaba el 1 de septiembre en el primer grado de la Escuela Número Uno de Beslán, refleja el sentir de la mayoría de los niños que sobrevivieron al drama del secuestro, pero que vieron morir a muchos de sus amigos y compañeros. Ígor Marzáyev, de 39 años, jefe del Servicio Psicólogo-Piquiátrico de la Policlínica de Beslán, confirma que prácticamente todos los niños de esa escuela "se niegan categóricamente" a volver a clase.

"Esto se prolongará mínimo un mes, pero puede alargarse a dos o tres. En cualquier caso, no se les puede obligar a ir al colegio ni presionarles, ya que eso sólo agravará el trauma", dice Marzáyev, que desde el primer momento de la tragedia encabeza el equipo de psicólogos y psiquiatras que durante las 24 horas prestan ayuda a los afectados. "Hemos atendido a más de seiscientos ex rehenes, pero también hay muchos casos de personas que no estuvieron en el colegio, pero que ahora sufren de traumas psicológicos causados por lo que han visto por la televisión y han leído en la prensa. A nuestra línea de ayuda directa, que funciona día y noche, han llamado de Vladikavkaz y de otras ciudades y aldeas de Osetia del Norte", señala.

Los escolares sufren diversos estados de angustia, de miedo, insomnio, pesadillas...
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Los niños sufren principalmente de diversos estados de angustia, de miedo, insomnio, pesadillas, torrentes de recuerdos involuntarios; algunos están como atontados, se sienten cansados e incluso los hay que sufren de parálisis temporal. Otros, por el contrario, se han vuelto irritables, tienen ataques de furia y de agresividad, explica Marzáyev. A esta etapa aguda le debe seguir una "subaguda", y luego el periodo de rehabilitación, todo lo que puede durar desde algunos meses hasta años. Lo más probable es que la mayoría de los que pasaron por el infierno del secuestro se demoren años en recuperarse. Algunos no lo lograrán nunca, tendrán problemas de adaptación social o males psicosomáticos, es decir, enfermedades o alteraciones físicas relacionadas con el estrés que vivieron.

En la Policlínica de Beslán nueve gabinetes están dedicados ahora a dar ayuda psicológica; en total, trabajan unos quince especialistas, día y noche, la mayoría de Osetia del Norte, pero también hay varios venidos de Moscú e incluso uno del Centro Danés de Refugiados. El equipo de psicólogos de Stávropol, que trabajó los primeros días, ya ha regresado a su ciudad. Los psicólogos también asisten a los entierros para ayudar a los más afectados y hacen turno en los depósitos durante la identificación de los cuerpos por parte de los parientes.

Casos leves hay muy pocos, quizá el 0,10%; la mayoría son de mediana gravedad y los casos más difíciles son internados en el hospital de Beslán, o enviados a Vladikavkaz, la capital de Osetia del Norte, Rostov o Moscú, señala Marzáyev. El periodo de rehabilitación prevé tratamiento en sanatorios de los balnearios del mar Negro o en el extranjero.

Los psicólogos recomiendan a los padres que no contradigan, en lo posible, a los niños que sobrevivieron a la tragedia y que por ningún motivo hagan tabú del drama que vivieron. Al contrario, los padres y familiares deben conversar con ellos sobre lo ocurrido, porque eso contribuye a que "los recuerdos se conserven desactivados en la memoria". Olvidar del todo no podrán jamás, por lo que en Beslán se planea construir, con la ayuda del Gobierno ruso, un Centro Psicólogo-Psiquiátrico, cuya principal tarea será dar tratamiento a los que sufrieron el secuestro.

La Escuela Número Uno no será reconstruida, sino que en ese lugar se erigirá un complejo memorial. De momento, la gente sigue yendo ininterrumpidamente al lugar de la tragedia, adonde lleva flores, velas, agua, chocolates, y los niños dejan allí sus juguetes y peluches. Las autoridades se inclinan ahora por no levantar un colegio para 1.200 alumnos, sino construir dos, para 650 cada uno. La escuela destruida estaba junto a la línea férrea, y a ella asistían también niños que debían cruzarla todos los días. Por eso, ahora se piensa levantar un colegio a cada lado del ferrocarril, para evitar que los niños tengan que cruzarlo, con el peligro que eso significa.

Mientras tanto, los que, terminado el periodo de rehabilitación quieran ir a clases, serán recibidos en las otras escuelas de la ciudad. La construcción de los nuevos colegios comenzará el próximo 1 de octubre, a más tardar, según aseguran las autoridades.

Profesoras de un colegio de Kirovo, un pueblo de Osetia del Norte, visitan la escuela Número Uno de Beslán.
Profesoras de un colegio de Kirovo, un pueblo de Osetia del Norte, visitan la escuela Número Uno de Beslán.ASSOCIATED PRESS

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