_
_
_
_
Reportaje:

Sin dormir por ver a Bisbal

Grupos de jóvenes hacen cola por turnos durante seis días para entrar los primeros a ver a su ídolo musical

Seis días durmiendo en la puerta de la plaza de toros de Las Ventas para conseguir entrar las primeras y coger así el mejor sitio de la arena, el lugar llamado "el provocador" por los entendidos en conciertos: un saliente dentro del escenario que permite acercarse todo lo posible al cantante y casi rozarlo. Seis días en los que un grupo de 30 chicas -"y un chico", puntualizan- ha estado haciendo turnos de 12 horas para vigilar ese preciado primer puesto.

Y todo por ver de cerca a David Bisbal, el cantante ídolo de quinceañeras que saltó a la fama gracias al concurso de televisión Operación Triunfo y que lleva todo el verano dando vueltas por España con su Bulería Tour 2004. Bisbal lleva más de 900.000 copias vendidas de su último disco, Bulería, y está previsto que el mes que viene recoja el disco de diamante, según un portavoz de su discográfica, Vale Music. Anoche tocó en Las Ventas y hoy está previsto un segundo concierto también en el coso taurino.

"Vengo desde Bélgica y esto no es justo. La gente se cuela", protesta una chica
Más información
La noche torera de Bisbal

En ambos conciertos ha colgado el cartel de completo. "Si nos ponemos en el provocador a lo mejor nos tira el viceroy", dice una de las adolescentes que ha llegado de las primeras y que apenas tiene 15 años. Con el viceroy se refiere al momento en el que David Bisbal se acerca al público y entrega a alguna afortunada un adorno que le cuelga del cuello y que pertenece a una firma de joyas de la que él es imagen.

Las horas de espera para entrar al concierto y conseguir el famoso adorno se aguantaron a duras penas. La fila se llenó pronto de incondicionales del cantante almeriense, sobre todo chicas, parapetados con paraguas para protegerse del fuerte sol, toallas, mochilas, cartas, dominó... Muchas forofas entretenían la tarde pintándose las unas a las otras en el brazo leyendas de amor hacia su ídolo y dibujándose corazones en las mejillas. Unas a las otras se quitaban la palabra de la boca para describir la pasión que sienten por Bisbal: "Es que nunca pone mala cara a nadie", decía una; "que está buenorro", apostillaba otra; "que baila muy bien", añadía una tercera; "porque siente lo que canta", concluía otra.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

"Vosotras venís a ver el cuerpo y nosotros al artista", replicaban David y Víctor, dos chavales de Fuenlabrada, de los pocos miembros del género masculino que deambulaban ayer por Las Ventas. Había también algún chico acompañando a su novia y niños de menos de doce años que venían con sus madres.

No muy lejos de ellos, un grupo de mujeres maduras esperaban en la cola rodeadas de la chavalería. Paqui, de 52 años, acudía desde Las Palmas con su hija Ivonne, de 15. Antonia, de 59, venía sola desde Valencia, y Conchi, de Madrid, se apuntó a la cita con un grupo de amigas. "Es el niño que todas las madres querríamos tener", decía Conchi. Y se emocionaba recordando las veces que lo ha tenido a dos palmos. "Es que me eclipsa, soy incapaz de articular palabra". "Además de a él, conocemos al del saxofón, que ha comido en mi casa", aclaraba Paqui. Las niñas que les acompañaban eran de pasiones más tibias. "Ella tiene más afición que yo; es la que tira del carro", comentaba Ivonne.

Mientras, el sol continuaba dando de pleno. Un chaval lanzaba capotes al aire al son de los "oeeee" de las chicas. Dos forofas cantaban a dúo la canción Escondidos, que Bisbal canta con Chenoa. Dos abanicos hacían las veces de micrófono. Las horas pasaban y nadie se movía. Hasta que a las cuatro de la tarde se montó un clásico de los conciertos: el follón con las colas.

Si hasta ese momento todo el mundo guardaba ceremoniosamente una larga fila que comenzaba en una de las puertas, de repente un grupo se plantó enfrente de otra puerta y formó una segunda fila. Entonces se formó un ir y venir de gente de la primera cola a la segunda. Empezaron las protestas. Y tuvo que acudir el Cuerpo Nacional de Policía a poner orden. "Llevo aquí desde las siete de la mañana y no es justo que las que acaban de llegar entren antes que yo por la segunda puerta", se quejaba airada una chica a uno de los policías. Al corrillo se unió una de las mujeres encargadas de los puestos de chucherías, que se puso a dar instrucciones a la policía. "Yo llevo aquí muchos años y lo que hay que hacer es poner vallas aquí, y otras vallas por allí...". Otra señora arremetió también contra los agentes: "Oiga, seguro que en un concierto de Julio Iglesias esto no pasa".

Uno de los policías se salió por la tangente: "Señora, esto de las colas es un tema de solidaridad humana". Contestación ante la que la mujer ya no tuvo respuesta. En un banco, a una chica se le saltaban las lágrimas. "Es que vengo desde Bélgica y esto no es justo. La gente se cuela", protestaba Laura, que le cogió cariño a Bisbal viéndole a través de TVE Internacional.

A las siete y media se abrieron las puertas. Dos horas después David Bisbal bajó de los cielos vestido con camisa roja para agitar sus rizos al ritmo de la canción que inauguró su espectáculo: Angel de la noche. Con su primer contoneo de pelvis, Las Ventas se vino abajo. Esta noche, más.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_