El acceso a la tesis doctoral
Santiago Ramón y Cajal, en su delicioso libro Los tónicos de la voluntad, publicado en 1916, nos decía que las cualidades indispensables del investigador científico son "la independencia mental, la curiosidad intelectual, la perseverancia en el trabajo, la religión de la patria y el amor a la gloria". Más adelante, Cajal nos descubre nuevas pistas: "Convendrá, durante la incubación intelectual, que el investigador, a modo de sonámbulo, atento sólo a la voz del hipnotizador, no vea ni considere otra cosa que lo relacionado con el objeto de estudio: en la cátedra, en el paseo, en el teatro, en la conversación, hasta en la lectura meramente artística buscará ocasión de intuiciones, de comparaciones y de hipótesis, que le permitan llevar alguna claridad a la cuestión que le obsesiona".
Quizá no se deba ir tan lejos a la hora de definir lo que debe ser el talante de un investigador, pero lo que está claro es que se trata de una carrera considerablemente difícil, y el oficio, como todos los oficios, demanda sus oportunas cualidades. A mi modo de ver, un buen investigador científico debiera tener, como mínimo, las cuatro cualidades siguientes: curiosidad científica, entusiasmo, capacidad intelectual para plantearse buenas preguntas, y habilidad metodológica para responderlas.
Como el primer paso de la carrera investigadora normalmente es conseguir una beca para hacer la tesis doctoral, sería bueno que los criterios de selección de candidatos contemplaran las cualidades que se esperan para el trabajo a desarrollar. En este sentido, las bases de las convocatorias públicas al uso valoran fundamentalmente tres aspectos: el expediente académico del candidato, el interés del proyecto científico que presenta y el prestigio del equipo investigador al que se integraría y que avala dicho proyecto. Hasta aquí, todo parece respirar sentido común, en particular el énfasis puesto en prestigio del equipo investigador, ya que la importancia de los resultados de la tesis y la calidad de la formación recibida (es decir, la rentabilidad de la inversión de la beca) dependerán en gran medida del equipo que se haga cargo del becario.
Sin embargo, a la hora de la verdad se acostumbra a usar exclusivamente el expediente académico como rasero, ya que es una manera fácil de escoger unos pocos elegidos a partir de una larguísima lista de solicitantes. El proyecto de investigación y el grupo que lo avala cuentan poco, o nada. Tampoco acostumbra a darse ningún contacto personal con los candidatos, ni siquiera para saber cuál es su motivación para hacer la tesis doctoral (una pregunta interesantísima de la que se obtendrían respuestas muy reveladoras).
Este sistema garantiza que se incorporen buenos estudiantes, aunque no todos ellos tengan las cualidades de un buen investigador. Pero lo peor es que se queden fuera estudiantes que no han alcanzado el rasero, pero cuyas referencias personales sugieren claramente que tienen madera de excelentes investigadores. No tiene mucho sentido. ¿Pueden imaginarse una importante empresa cuyo jefe de personal, a la hora de contratar una persona para una tarea determinada, utilizara una lista de candidatos ordenada por sus notas escolares o universitarias y se limitara a elegir al situado en cabeza, sin conocerlo y sin indagar a fondo sobre sus cualidades respecto a la tarea que quiere cubrir?
Que la entrevista con los candidatos sea un factor importante en la decisión de conceder una beca predoctoral debiera ser también posible en el mundo académico. Para ello, se podría considerar la posibilidad de atribuir becas a grupos de investigación consolidados y de calidad contrastada (unos criterios que no es difícil cuantificar y objetivar con la información de su producción científica), los cuales podrían gestionarlas con los procedimientos personalizados de selección. No teman, si los grupos de investigación son de excelencia, no le darán la beca al sobrino del director, que, el pobre, sacó malas notas pero se esforzó. No lo harán, por la cuenta que les trae. Seguro que intentarán acertar a fichar al mirlo blanco que posea curiosidad científica, entusiasmo, capacidad intelectual para plantearse buenas preguntas, y habilidad metodológica para responderlas.
Xavier Bellés es profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Biología Molecular de Barcelona.
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