_
_
_
_
_
61ª MOSTRA DE VENECIA

Defraudan los filmes de Gitai y Todd Solondz

Enric González

Algunos directores dejan que el relato hable por ellos. Otros se inmiscuyen, se colocan a sí mismos en primer plano y se erigen en protagonistas. Amos Gitai, que ayer presentó a concurso en la Mostra de Venecia La tierra prometida, forma parte de los segundos. La historia sobre unas prostitutas estonas esclavizadas por una banda dedicada a lo que solía llamarse trata de blancas y vendidas en Israel habría resultado más digerible (no mucho, dada la endeblez del guión) si Gitai no se hubiera empeñado en firmar cada fotograma y en derramar personalidad por todas partes.

La supuesta personalidad se traduce en una cámara que parece manejada por un operador en plena crisis nerviosa y en una iluminación controlada por alguien con una fotofobia grave. Los excesos de movimiento y oscuridad podían tener sentido en algunos momentos. El transporte de las mujeres en furgoneta por el desierto, por ejemplo. Pero tanto temblor en la sombra, tantas frases inconexas y tantos personajes irreconocibles (La tierra prometida es una de esas piezas en las que uno sale del cine preguntándose quién era quién) inducen al hastío. Se agradece que alguien critique a la sociedad israelí desde dentro. Se agradecería aún más que lo hiciera con un pulso más firme y con un ego más discreto.

Más información
El cineasta israelí denuncia la esclavitud de la prostitución

El otro filme de concurso fue Palindromes, de Todd Solondz. Había muchas esperanzas depositadas en el último trabajo del autor de Happiness, y tal vez la expectación contribuyó a la sensación de fraude experimentada por los espectadores. Palindromes, la historia de una niña que quiere ser madre, arranca con 20 minutos de humor salvajemente tétrico. A partir de ahí, se queda sólo en lo salvaje: La parada de los monstruos ya está inventada, y la colección de freaks que Solondz hace desfilar por la pantalla no induce ni al terror, ni a la compasión ni a la risa.

La mayor parte del relato resulta incomprensible. Solondz reconoce que él tampoco entiende algunas cosas. Esa inaprensibilidad no tendría por qué condenar al filme, si resultara sugestiva o generara algún tipo de poesía, o de emoción, o de reflexión. No es el caso. Se trata de una película vacía, aunque el experimento de distribuir la interpretación del personaje principal, la adolescente Aviva, entre varios actores, dote de cierta gracia a un guión desbarrante. Palindromes puede gustar a chicos en edad difícil o adultos nihilistas y con mucho tiempo libre.

Diana Bespicini y Amos Gitai, en la presentación de <i>La tierra prometida</i><b> en </b>Venecia.
Diana Bespicini y Amos Gitai, en la presentación de La tierra prometida en Venecia.ASSOCIATED PRESS
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_