"He conquistado una posición dominante en la industria"
Nicole Kidman (Honolulú, 1967) aparece altísima, rubísima y palidísima. Desprende luz y frialdad en grado superlativo. Está alojada en el Hotel des Bains del Lido de Venecia y la entrevista se desarrolla en un saloncito decorado con grabados falsamente antiguos, una mesa, unas sillas y una planta gigantesca. Kidman ha seguido con horror la matanza infantil en Osetia y se declara "espantada". "Como madre, las imágenes me provocaban una angustia casi insoportable. Ayer", dice, "telefoneé a mi hermana y hablamos de eso. Terrible, terrible". La actriz presenta hoy en la Mostra de Venecia su última película, Birth, dirigida por Jonathan Glazer. Y se declara consciente de su poder: "He conquistado, lo reconozco, una posición dominante en la industria".
"Disfruto de plena libertad. Puedo elegir los papeles que me apetecen y, en ocasiones, basta mi presencia para que se realice una película que, sin mí, no habría existido"
"Jonathan Glazer ha montado cortando por aquí y por allá, como se hace en todas las películas, pero no se ha preocupado en ningún momento de censurar nada"
Pregunta. Usted recibe decenas de propuestas. ¿Por qué eligió el personaje que le ofrecía Glazer?
Respuesta. El personaje me eligió a mí. Ya sé que suena a tópico ridículo, pero es así. Hablé con Jonathan Glazer y nuestros puntos de vista conectaron. Me gusta interpretar personajes relacionados con mi estado de ánimo y con mi momento vital. Las horas, por ejemplo, correspondía a un momento de duelo.
P. ¿Y Birth?
R. Es un duelo parcial. El personaje está superando la pérdida de un ser muy querido, está en tránsito sentimental y mantiene aún el ancla en el pasado. Otros elementos me empujaron también a aceptar el trabajo. Como el ritmo, por ejemplo, pausado, inquietante. Al margen de circunstancias personales, mi situación profesional es muy privilegiada. La mayoría de mis amigos actores no pueden elegir, se limitan a esperar que les llegue una oferta laboral y se agarran a ella como pueden. Yo, en cambio, disfruto de plena libertad. No sólo puedo elegir los papeles que me apetecen; en ocasiones, basta mi presencia para que se realice una película que, sin mí, no habría existido. Y no me refiero necesariamente a Birth. He conquistado, lo reconozco, una posición dominante en la industria. Piense en Embrujada: yo había visto de pequeña la serie televisiva de Elizabeth Montgomery y me hacía ilusión hacer de brujilla moderna en el cine. Sobre todo, me hacía gracia el movimiento de la nariz, ¿se acuerda? (Y Nicole Kidman mueve la nariz de un lado hacia otro, con notable dominio de los músculos faciales). Quería ese papel, y lo tuve, claro.
P. Dicen que Jonathan Glazer trabaja como lo hacía Stanley Kubrick, que la dirigió a usted, y a su ex marido Tom Cruise, en Eyes wide shut.
R. No creo que lo haga de forma consciente, pero Kubrick, es cierto, es una de sus grandes influencias. Glazer también deja muchas cosas en el aire, plantea preguntas sin respuesta, y eso me gusta. Me manejo bien en la ambigüedad. Los actores que rodamos Birth llegábamos al plató sin tener una idea muy clara sobre la escena que íbamos a hacer, y en esas circunstancias hace falta mucha fe en el director. Yo la tenía. En Birth, Jonathan Glazer es mucho más sutil que en su anterior película, Sexy beast.
P. Ha tenido que trabajar con un niño de 10 años. Que, además, viene a ser su pareja sentimental en la película.
R. Mi hijo tiene 10 años, como Cameron Bright, el chico que actúa en Birth. Al principio resultó un poco complicado, pero Cameron es precoz, todo un hombrecito, y nos adaptamos uno al otro en poco tiempo.
P. ¿No era un poco embarazoso simular atracción hacia él?
R. No, no, no. Mi personaje no se siente sexualmente o sentimentalmente atraído hacia el niño. Lo que siente es fe: acaba creyendo que el niño es la reencarnación de su marido difunto, y a quien ve es a un hombre a quien ama, no a un chico de 10 años. Cameron, por su parte, consigue maravillas: fíjese en que su expresión es adulta, masculina, de hombre.
P. Circula por ahí el rumor de que algunas escenas, como la de la bañera que comparten usted y el muchacho, fueron recortadas porque algún fotograma resultaba demasiado escabroso para la censura estadounidense.
R. Ésa es una leyenda falsa. Jonathan Glazer ha montado cortando por aquí y por allá, como se hace en todas las películas, pero no se ha preocupado en ningún momento de censurar nada. Otra cosa es lo que pueda pensar la censura en Estados Unidos. Ése es un asunto comercial porque la calificación "sólo para adultos" reduce los ingresos. Y queda al margen de mis competencias.
P. Usted fue un fantasma en Los otros y ahora, en Birth, vuelve a entablar relaciones con, digamos, el más allá. ¿Usted cree en esas cosas?
R. No importa lo que yo creo. Si algún día escribo o dirijo sí tendrán relevancia mis opiniones. Por ahora, me limito a dar vida a personajes que me parecen interesantes. En esta ocasión, la gracia del papel, para mí, radica en que a esa mujer le pesan mucho los recuerdos y en que necesita creer. No le diré si yo creo en la posibilidad de contactar con los muertos, pero he comprobado que mucha gente escéptica que en circunstancias normales jamás se fiaría de un vidente o un médium, acuden a ellos cuando han perdido a alguien. El dolor y la necesidad generan fe.
Babelia
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