Dos muertos al estallar explosivos almacenados ilegalmente en Vallecas
La policía calcula que la nave guardaba 400 kilos de pólvora y cloratita
Dos trabajadores murieron ayer tras una tremenda explosión ocurrida a las 8.55 en un almacén de material de efectos especiales cinematográficos del polígono La Cerámica, en Puente de Vallecas. Los responsables de la nave -Efectos Especiales Cinematográficos Molina, que quedó completamente destrozada- carecían de permiso para guardar explosivos. Los fallecidos, Valentín Fernández, de 34 años, y Antonio Sánchez, de 36, trabajaban en un taller de coches adyacente al almacén y murieron sepultados por los escombros, tras derrumbarse los muros que los separaban del edificio siniestrado.
La explosión causó, además, un herido grave -un hombre de 42 años empleado del almacén, que fue ingresado en La Paz- y ocho heridos leves entre trabajadores del polígono, viandantes y vecinos. La onda expansiva alcanzó también varios inmuebles de la calle de Sierra Toledana, provocando graves desperfectos en un edificio cuyas 12 viviendas tuvieron que ser desalojadas.
La Guardia Civil inspeccionaba el almacén cada año, la última vez en febrero
"Empezaron a temblar los vasos y vimos que un hombre salía despedido", cuenta un testigo
Según el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, que acudió al lugar de los hechos acompañado por el concejal de Seguridad, Pedro Calvo, la nave sólo tenía licencia para almacenar armas de fuego inutilizadas para el rodaje de películas, pero en ningún caso los 400 kilogramos de cloratita, pólvora y cartuchos que, según fuentes de la investigación, había en su interior. A pesar de ello, el almacén había sido inspeccionado por la Guardia Civil el pasado mes de febrero sin que se detectara ninguna irregularidad.
El dueño del almacén, Antonio Molina, declaró anoche ante la policía que en su nave no se almacenaban explosivos, según dijo su abogado, José María Palmero. Un portavoz de la Delegación del Gobierno explicó que Molina podría enfrentarse a un cargo de homicidio involuntario por imprudencia temeraria.Los testigos del siniestro describieron que tras la explosión apareció "un hongo enorme, blanco y de unos 20 metros de altura" que lo inundó todo de olor a pólvora. Instantes antes, hacia las 8.55, oyeron cómo una "enorme explosión" hacía retumbar todo el polígono, seguida de otras dos y "muchas explosiones más pequeñas, como si fueran tracas o petardos". Los bomberos, los servicios de emergencias y la policía llegaron hacia las 9.10 al lugar, que quedó completamente acordonado. Sus casi 1.000 trabajadores fueron evacuados "en pocos minutos", según los testigos.
Algunos de ellos pudieron ver cómo los bomberos vacilaban antes de entrar en la nave: todavía no sabían a qué se enfrentaban, con los petardos y cartuchos explotando a su alrededor. Según el jefe de bomberos, Juan Redondo, los 45 funcionarios del servicio de extinción tardaron 45 minutos en controlar el fuego, que afectó unos 500 metros cuadrados del polígono. La nave del almacén de efectos especiales quedó totalmente arrasada por la explosión y las llamas, al igual que las dos naves colindantes, que, según el Ayuntamiento, serán demolidas.
La onda expansiva llegó hasta un bar que se encuentra a unos 50 metros del almacén de efectos especiales cinematográficos. "Empezaron a temblar los vasos y vimos cómo un hombre, que estaba abriendo la puerta de una de las naves, salió despedido", contaba más tarde uno de los propietarios del bar. "Al oír la explosión salí inmediatamente y fui hacia la nave mientras todavía caían cascotes y tejas", añadía Francisco José, de 29 años y trabajador en uno de los talleres del polígono. "Cuando llegué al patio, me encontré con un hombre que salía tambaleando del almacén explosionado. Estaba completamente ensangrentado, con el pecho hinchado y tenía la cara quemada. Enseguida llegó el Samur y ellos se hicieron cargo".
Como Francisco José, muchos empleados de las naves adyacentes estaban tomando un café en el momento de la explosión, entre ellos varios compañeros de los fallecidos. "Sabíamos que en el interior del taller estaban Valentín y Antonio", dice uno de ellos. Durante una hora y cuarto no se supo nada, constaban como "desaparecidos" en los datos oficiales, que todavía no hablaban de fallecidos. Algunos compañeros les llamaban a los móviles, pero éstos no contestaban. Eran pesimistas: "Si había alguien dentro, es imposible que haya sobrevivido", se lamentaba ya entonces un compañero de Valentín y Antonio.
Hacia las 10.15 la tragedia se hizo oficial: una vez apagado el incendio, los dos hombres aparecieron sepultados entre los escombros. Valentín Fernández tenía 34 años y era uno de los propietarios del taller Paramóvil, que compartía pared con el almacén de efectos especiales. Ayer se reincorporaba al trabajo tras las vacaciones. Vivía en Usera, tenía un hijo de nueve años y su mujer está embarazada. Antonio Sánchez era empleado de ese mismo taller, tenía 36 años y vivía en Mejorada del Campo con su mujer y su hija de cinco años.
Lo que había sido una broma entre amigos que juegan al mus, terminó convertido en realidad. Valentín solía comer en una cafetería cercana a la nave. Después del almuerzo, de vez en cuando, jugaba una partida de mus, entre otros, con los dueños del almacén de efectos especiales. "Cualquier día saltamos todos por los aires", bromeaba a veces en referencia al material que almacenaba su vecino de nave, según explica Carlos, trabajador del mismo polígono y participante también de los juegos de mus.
La Guardia Civil, concretamente el Servicio de Intervención de Armas, inspeccionaba el local cada año, según la Delegación de Gobierno, y la última vez que lo hizo fue el pasado febrero. El informe técnico en ese momento fue correcto: la nave cumplía todos los requisitos de seguridad. Pero el local tenía licencia desde 1988 sólo para almacenar armas inutilizadas "para hacer uso en espectáculos públicos, específicamente cinematográficos", según la Delegación de Gobierno. Una de las películas rodadas con este material fue 800 balas.
El delegado del Gobierno, Constantino Méndez, ha ordenado que la Guardia Civil y la Policía Científica investiguen para esclarecer las causas de la explosión y, sobre todo, para "depurar responsabilidades". En este sentido, Méndez anunció: "Seremos extremadamente rigurosos en la exigencia de responsabilidades [ante irregularidades de este tipo]".
El propietario del almacén, Antonio Molina, permaneció durante todo el día de ayer en dependencias policiales, adonde acudió a declarar voluntariamente. Molina negó, a través de su abogado, José María Palmero, que en el interior de la nave hubiera almacenado explosivos, a pesar de que fuentes de la investigación hablan de unos 400 kilogramos de material, entre cloratita, pólvora y cartuchos. "Vamos a pedir la documentación a nuestros proveedores para demostrar que es falso que había explosivos", sostiene Palmero. También afirma el letrado que en el momento de la explosión no había nadie en el almacén, descartando cualquier responsabilidad directa de su cliente en el accidente.
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