¿Qué sentido tiene?
Según nos informa Tráfico buena parte de los accidentes que se producen en España son provocados por un exceso de velocidad.
Los responsables de este organismo -como no podría ser de otra forma- tratan de tomar medidas encaminadas a reducir el número de personas fallecidas o accidentadas como consecuencia de estos percances. Estas medidas, al margen de la mejora de las carreteras en general, afectan siempre al conductor: endurecimiento de las multas, carné por puntos, mayor vigilancia, limitaciones de velocidad, etcétera, etcétera.
El parque móvil ha experimentado una vertiginosa renovación, y por ende unos vehículos con unas mejoras considerables en cuanto a seguridad -carrocerías, airbag, frenos ABS- y también en cuanto a la mecánica, con unos motores mucho más potentes, capaces de alcanzar velocidades de vértigo, muy por encima de las permitidas en cualquiera de las carreteras europeas.
Cabe entonces preguntarse: ¿Qué sentido tiene fabricar un vehículo capaz de alcanzar velocidades de más de 200 kilómetros por hora cuando el límite de velocidad máximo permitido está establecido en 120 kilómetros por hora? ¿Para cuándo la imposición a los fabricantes de limitación en la potencia de los motores?
Por desgracia me temo que en este caso, como en el de muchos otros, seguirán prevaleciendo los intereses económicos a los de las vidas humanas.
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