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Reportaje:

El 'horrible secreto' de la tienda de animales

El Seprona y la Comunidad descubren en el sótano de un establecimiento miles de ratones e insectos

Los vecinos de la calle de Pamplona 59, en el distrito de Tetuán, llevaban meses quejándose del mal olor que venía de la tienda de animales Mario's Zoo que se encuentra en el bajo del edificio. Pero no se podían imaginar que allí había un sótano en el que se apiñaban más de 1.000 ratones e insectos. Éstos eran la comida de 22 animales exóticos, en su mayoría especies protegidas, que hasta el pasado martes se exponían y vendían sin licencia en jaulas sucias y con periódicos llenos de excrementos: monos, tarántulas, iguanas, serpientes, tortugas, etcétera.

El Seprona (el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil), junto a las direcciones generales de Medio Natural y Agricultura de la Comunidad, acudieron al lugar el pasado martes para verificar la denuncia de una ONG según la cual los animales de la tienda malvivían en condiciones pésimas de higiene y alimentación. Tras una inspección a fondo que duró dos días, no sólo constataron que carecía de licencia para vender cualquier tipo de animales. Detrás de un perchero descubrieron que se escondía la entrada de un sótano que podría ser el mismo infierno: miles de roedores e insectos en un cuarto sin ventilación ni luz, en el que también había perros y hasta un cocodrilo congelado. Además, los agentes descubrieron una clínica veterinaria ilegal y medicamentos caducados.

El propietario, M. S. F. O., de 27 años, fue detenido, aunque ya se encuentra en libertad y otra vez en su tienda, que sigue abierta. Asegura que la operación se debió a una irregularidad al adquirir el establecimiento, hace un año. Ya contaba con antecedentes por tráfico de animales. Sin embargo, en este caso sólo se le acusa de una falta administrativa grave, de modo que sólo tendrá que pagar una multa, según el Seprona.

Los vecinos del inmueble intuían que en la tienda había algo más que perros y gatos, sobre todo por el mal olor que desde el establecimiento invadía el patio interior y la calle. El dueño de una tapicería adyacente, asegura que tuvo que matar a dos roedores "blancos y con manchas doradas" que se colaron en su establecimiento por las cañerías. "Ahora se me ponen los pelos de punta sólo de pensar que a pocos metros había cientos de ellos".

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