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Crítica:JAZZ | Charles Lloyd Cuarteto
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un gran acontecimiento

Vino Charles Lloyd a la chita callando y de puntillas, cual corresponde a su forma callada de ser y se aviene a la naturaleza de su música poco dada a la alharaca. Algunos, pocos, se enteraron; la mayoría, ni la olió, es de presumir que por hallarse recién llegados, tras el periodo vacacional. Ellos se lo perdieron.

El concierto del norteamericano en Calle 54, el pasado martes, constituyó uno de los acontecimientos jazzísticos del año, y eso, como poco. Hora y media larga de música luminosa e insólita, por inusual, muy indicada en la necesidad, que se da en buena parte de la afición y de la crítica, de renovar la perdida fe en un género sumergido con demasiada habitualidad en la más miserable de las rutinas; aquella que conduce al sopor en quien la sufre. Nada que pueda aplicársele a Charles Lloyd. Nada que tenga que ver con cuanto el saxofonista y flautista y sus acompañantes superlativos interpretaron la noche de anteayer.

Charles Lloyd

Cuarteto Charles Lloyd: saxo tenor y flauta; Geri Allen: piano; Reuben Rogers: contrabajo; Eric Harland: batería. Calle 54. Madrid, 30 y 31 de agosto.

Emergiendo del silencio levemente letárgico que define su música última, y la del sello para el que graba, ECM, el voluble y singular Lloyd, primer músico en la historia del jazz en vender un millón de discos por Forest flower (grabado en el Festival de Monterrey en el año 1967), relevó su faceta desconocida de "tenor granítico" llegándose hasta unos extremos de expresividad y contundencia que no existe quien hubiera creído posible, de no haber estado presente la noche de marras.

Encantador de audiencias

Lloyd, inspirado como nunca se le ha visto y oído por estos lares, volvió a ser el encantador de audiencias que sedujo a la generación del flower power y si no estaba el joven Keith Jarrett para acompañarle, en Madrid tuvo junto a sí a la grandiosa Geri Allen, intérprete de inspiración y recursos ilimitados. La pianista, cuya presencia no estaba anunciada, completó un trío que, por esta vez, fue de cuatro, y es de justicia señalar los méritos acumulados por quienes lo completaron; dos ilustres desconocidos, es de creer que por ser extraordinariamente jóvenes, que no por hallarse faltos de facultades.

Por una noche, la música del veterano jazzman, embebida del espíritu coltraniano aunque alérgica a ser definida de ningún modo, se desprendió de su aureola mística característica para impregnarse de la carnalidad funky adoptando, cuando no, la forma precisa y reconocible de la escolástica be-bop. Había quien se frotaba los ojos ante el espectáculo inédito del más esotérico de los discípulos del gran John Coltrane interpretando a su modo un popurrí formado por algunos de los temas más conocidos de Charlie Parker-Dizzy Gillespie y Thelonious Monk. Y aún hubo llegado el momento en que al músico, en estado de gracia, le dio por abordar un éxito del pop reciente, la conocida You are so beautiful, de Joe Cocker: lo nunca oído en el jazzista de salud quebradiza (en sus conciertos, está prohibido terminantemente fumar) cuya existencia y carrera profesional han sido glosadas por Henk Kluck y Robert Stubenrauch en la esperada biografía Dream weaver.

Finalmente, todo cuanto vino apuntándose a lo largo de un concierto apasionante como pocos vino a desembocar en un happy end galáctico cuando Charles Lloyd regaló a la audiencia una versión apasionada y memorable de la canción de Jacques Brell Ne me quitte pas. Brel, Coltrane y Lloyd, todo en uno. ¿Hay quien dé más?

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