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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

En territorio israelí

Seis meses después de que Israel matara al máximo líder de Hamás, el jeque ciego Hamed Yasín, y a su sucesor en Gaza, dos suicidas de esta organización causaron ayer una hecatombe en pleno territorio israelí al hacerse estallar de forma coordinada en dos autobuses abarrrotados en Beersheba, con un saldo de 16 muertos y decenas de heridos. La jornada podía haber acabado aún peor de no haber interceptado el Ejército israelí a otro suicida potencial en el paso Erez de Gaza. Con estos actos, Hamás no sólo ha querido ejecutar una revancha, sino también manifestar su regreso con fuerza, especialemente cuando el primer ministro israelí, Ariel Sharon, se dispone a acelerar su plan de retirada de Gaza, donde hay una lucha entre facciones palestinas por el control de la franja.

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Estos atentados y la recuperación de Hamás no ayudan a Sharon, decidido a someter sus planes de retirada de Gaza a su Gobierno a finales de octubre, para hacerlos efectivos a partir de febrero. Si no lo consigue, no cabe descartar unas elecciones anticipadas. Para recabar más apoyos entre los suyos, ha autorizado la construcción de 533 nuevas viviendas, en un plan que contempla otras mil más. El resultado final, si fracasa Sharon, puede ser que Israel no se retire de Gaza y se construyan esos nuevos asentamientos.

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Ha sido el fiscal general de Israel el que ha tenido que recordar a Sharon la necesidad de estudiar la plena aplicación del IV Convenio de Ginebra que regula las actuación de las potencias ocupantes en territorio ocupado. Estas normas, que el Ejecutivo de Israel firmó en 1951, pero que el Parlamento nunca ratificó, son reconocidas de facto, pero no de iure, en su dimensión humanitaria por Israel y prohíben construir asentamientos. El paso dado por el fiscal general, sin embargo, viene a recordar algo que a veces parece olvidarse: que Israel ocupa tierra palestina desde 1967, y que en tal condición no tendría derecho a construir asentamientos en esos territorios.

Con esta política de vivienda -cartera que ostenta el rival de Sharon por la derecha en el Likud, el ex primer ministro Netanyahu- se hace cada vez más inviable un hipotético futuro Estado palestino digno de tal nombre. Y sin esta perspectiva se reducen las esperanzas de una cierta paz, un camino bloqueado por la violencia de unos y otros, el muro de separación que está construyendo Israel y la propia guerra civil larvada que se está dando entre los palestinos de cara al control de Gaza y de la propia Autoridad Nacional Palestina. La falta de esperanzas es el mejor caldo de cultivo para la violencia ciega, como quedó ayer, una vez más, trágicamente demostrado.

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