"Empecé a bailar porque sentí que tenía que hacerlo"
Mikel Jáuregui ha dedicado su vida al ballet y ha conseguido lo que deseaba desde el principio: ser bailarín profesional, aunque su carrera haya de desarrollarse en el extranjero. Tanto él como su familia lo tenían claro desde el principio: si quería crecer en el ballet tenía que salir de España. Primero fue la escuela de Stuttgart (Alemania), donde se perfeccionó y se profesionalizó. Desde hace dos años pertenece al Ballet de la Ópera de Viena, donde empezó como integrante del cuerpo de baile y, con 22 años, ya es medio solista (una categoría entre el cuerpo de baile y los solistas).
Pregunta. Siempre tuvo muy claro que lo suyo era bailar.
Respuesta. Sí. Desde pequeño me he inclinado por todo lo que tuviera que ver con el arte. Una vez, paseando por una calle mi padre y yo, vi que actuaba el ballet de Julio Bocca y le dije: "Yo quiero ir a ver esto". Y desde entonces supe que lo que quería hacer era bailar.
P. Reconocerá que era un niño raro.
R. Sí, sí. Incluso ahora, conozco gente nueva y les cuento lo que hago, que soy bailarín, que vivo en Viena, y se sorprenden. Eres como un poco exclusivo.
P. También se habrá sentido mal mirado.
R. Reconozco que en el colegio nadie sabía que yo hacía ballet. Llevaba las mallas debajo de los pantalones y lo pasaba fatal, tirando de la pernera para que no me las vieran. Aunque lo de fuera nunca me ha influido, porque en casa mi familia siempre me ha hecho sentir que lo que yo hacía estaba bien.
P. Y un día, Jon Beitia le dice que sirve para ello y que lo deje todo para bailar con él. Y usted tenía 14 años.
R. Tuve que tener claro lo que quería hacer en la vida a los 14 años. Saber que realmente quería dedicarme al baile, porque si dejo de estudiar y a los 18 años veo que ya no me gusta, ¿qué hago?
P. Una vez en la escuela de Jon Beitia, ¿qué cambió?
R. Primero, que tuve que trabajar duro. Entraba a las nueve de la mañana y salía a las nueve de la noche. Además, ví más chicos que se dedicaban al ballet, chicos que estaban a punto de irse al extranjero, que ya estaban cogidos en compañías europeas, y supe que a eso era a lo que yo quería llegar.
P. ¿Y cómo fue su salto a Europa?
R. Beitia me preparó para la competición internacional Prix de Lausanne, en Suiza. Ahí acuden profesores, directores y coreógrafos buscando bailarines. El director de la Escuela de Stuttgart me dijo que estaba interesado en mí; así que me fui allí a vivir y a prepararme. En la Ópera de Viena me cogieron tras una audición. Y ahí sigo. Conseguí el sueño que tenía desde pequeñito. Yo quería ser bailarín profesional y ya puedo decir que lo soy.
P. ¿Qué le parece haber tenido que marcharse al extranjero para crecer profesionalmente?
R. No es cuestionable. No tengo opción. Siempre he sabido que tenía que hacerlo. En el extranjero tienen más contacto con la danza, hay una cultura alrededor que aquí no hay.
P. ¿De cuál de las piezas que ha interpretado está más satisfecho?
R. De El Cascanueces, porque bailé un papel principal. Viví lo que es realizar un personaje, ser más que un bailarín.
P. ¿Su meta es llegar a ser coreógrafo?
R. Le tengo mucho respeto a la coreografía. Vivimos un momento en que todo el mundo quiere crear y hay mucha basura. Si algún día llego a coreografiar será porque lo siento, porque tenga una idea y necesite hacerla. Yo empecé a bailar porque sentía que tenía que hacerlo.
P. ¿Cómo están considerados los bailarines españoles en el extranjero?
R. Muy bien, increíble. En casi todas las compañías del mundo hay bailarines españoles, y en muchas son principales. Con los bailarines españoles que hay como primeras figuras en otros ballets del mundo se podría montar una compañía nacional de primer nivel: Ángel Corella, Tamara Rojo, José Carlos Martínez,... Y sólo con los bailarines vascos se puede montar una compañía de ballet de muy buen nivel.
PERFIL
Mikel Jáuregui (Portugalete, 1982) se montaba sus propias coreografías en casa desde pequeño. Tras iniciarse en la danza en una escuela de su localidad natal, dejó los estudios a los 14 años para dedicarse en cuerpo y alma al baile. El profesor de ballet Jon Beitia le auguró posibilidades, su familia le apoyó sin reservas y hoy ya puede decir que es bailarín profesional. Desde hace dos años es uno de los integrantes del Ballet de la Ópera de Viena.
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