Condolencia Arroz
Creo que es en la segunda parte de El Padrino, la película del padre de Sophia Coppola, donde Michael Corleone, el sucesor de Vito Corleone, dice a su mujer:
-Ten en cuenta que mi padre es un hombre importante, como un presidente o un senador.
-No seas ingenuo, Michael, los senadores no matan -responde ella.
-¿Quién es la ingenua ahora? -concluye él.
Podríamos, para evocar los crímenes llevados a cabo por las fuerzas ocupantes en Irak, haber elegido cualquiera de las fotografías turísticas obtenidas por los patriotas norteamericanos en la prisión de Abu Ghraib. Recuerden la de la soldado England arrastrando a un árabe desnudo de la correa de un perro; la de la pirámide de cuerpos sin ropa con un soldado autosatisfecho detrás; la del rehén condenado a permanecer de pie y con los dedos de las manos conectados a unos cables que lo electrocutarán cuando el cansancio le haga caer; las de los rostros de los soldaditos riendo junto a los cadáveres previamente rotos de sus secuestrados...
Hay otra foto estupenda, y muy reciente, que es la de la ya citada England a punto de comparecer ante un tribunal castrense, o castrante, disfrazada con un traje de camuflaje. Ignoramos quién la aconsejó vestirse de ese modo. Es como si un ladrón de guante blanco se presentara ante el tribunal con un esmoquin o un caco vulgar con antifaz. Las concomitancias entre los tebeos de Hazañas Bélicas y la realidad son con frecuencia estremecedoras. También podríamos haber puesto una fotografía de Rumsfeld o de Powell, o del mismísimo Bush, gente que no mata de manera directa, como los senadores, pero que ordenan invadir países donde sus soldados mueren y asesinan sin que se les haya perdido nada allí, pues no tienen negocios tan alejados de su barrio.
Pero nos gustó esta instantánea de Condoleezza Rice, en el futuro Condolencia Arroz, porque en esa imagen de criminal agazapada tras la puerta se resumía todo el horror fragmentado del resto de las imágenes posibles. Se da, además, la circunstancia de que Condolencia Arroz aparece duchada y peinada, y con un traje-esquela recién estrenado, en contraste con el aspecto de los soldados norteamericanos que torturaban y sodomizaban y mataban con barba de tres días y sin haber pasado siquiera una esponja por el cuerpo de sus víctimas antes de desahogarse sexualmente con ellas. Quiere decirse que quienes controlan el gel de baño controlan la realidad. La consejera de Seguridad Nacional del presidente Bush, sin ir más lejos, ha tenido la habilidad, como el resto de sus colegas, de implicar en sus perversiones a analfabetas como England y de desimplicarse de sus consecuencias penales.
Así, mientras la milicia estadounidense, reclutada en las zonas más míseras e ignorantes del país, es juzgada por someter a sus víctimas a las humillaciones para las que ha sido entrenada, Condolencia Arroz se toma una langosta con Rumsfeld en Washington. Los monstruos siempre aparecen detrás de las puertas y tienen nombres absurdos, pero terroríficos, como Condolencia Arroz.
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