Menos kilos y más paladas
Su entrenador, Morlán, cuenta cómo el gallego intensificó el trabajo, se aplicó en sesiones de vídeo y fue estimulado psicológicamente
¿Cómo consiguió David Cal dar el salto que le faltaba para poder superar a su principal rival, Andreas Dittmer, el hombre que le había quitado el triunfo en el último Mundial? Las cosas nunca son tan sencillas como parecen. Detrás del oro, hay un intenso trabajo aeróbico y ergonométrico e intensas sesiones de vídeo frente al televisor con el ordenador al lado. Dar una palada sobre una canoa puede parecer simple, pero resulta muy difícil porque al mismo tiempo que se hunde la pala bajo el agua hay que mantener un equilibrio perfecto sobre la línea central del barco. Si el objetivo es ganar una medalla olímpica, entonces todo se complica. Es una cuestión de perfección, como en cualquier deporte de élite, que este gallego domina de forma natural con sólo 21 años.
"Es muy sólido de cabeza y tiene un metabolismo agresivo. No hay que machacarle"
"Todo está planificado: la evolución en el trabajo, las secuencias cardiacas, los ritmos en el GPS..."
"David ocupa dos gicas en mi ordenador", comenta Suso Morlán, el entrenador que le lleva desde los 14 años. "Ahí está todo planificado: el trabajo de cada semana, el de casa mes, la programación anual, los planes partidos, comparativas con otros palistas y con él mismo, gráficos de su evolución, secuencias cardiacas, pulsómetros, ritmos con el GPS. Todo". La incorporación de la tecnología al trabajo cotidiano permite a Cal saber perfectamente la velocidad que está desarrollando en cada momento de un entrenamiento -puede llegar hasta los 17 kilómetros por hora- y estudiar en qué punto exacto comienza a bajar su rendimiento.
"Durante el verano trabajamos intensamente con las frecuencias de palada", agrega Morlán. "Cuando va al máximo es capaz de dar casi 70 por minuto. Pero llega un punto en el que se abre como un flan. Es cuando está ya muy cansado y el barco pierde un poco el equilibrio. Sabemos que está en su punto de rotura. Y podemos trabajar en mejorarlo". ¿Cómo? David no tiene cambios de ritmo. Durante la carrera de ayer, en los 1.000 metros, se mantuvo muy regular hasta que en los últimos 250 consiguió bajar en medio segundo el ritmo que había marcado en los 750. "Ese medio segundo fue lo que le dio la victoria", comenta Morlán.
¿Por qué lo bajó? Había una clave. Y es que desde el Campeonato de Europa del pasado mes de mayo hasta los Juegos, Cal ha perdido siete kilos. "En el Europeo pesaba 91,9 kilos y medía 1,83 metros; ahora pesa 84,5 y, lógicamente, mide lo mismo. No ha perdido potencia porque aeróbicamente consume 6 litros de oxígeno por minuto, lo que le da un relativo por peso de casi 70, como un triatleta, pero en cambio su palada resulta mucho más eficaz porque desplaza menos peso", analiza Morlán. "Este cambio era muy importante porque conocíamos el canal olímpico y sabíamos que el viento venía de popa y que nos ayudaría porque habría menos lastre". La diferencia con Dittmer fue notable. El alemán pesaba ya entonces 83 kilos y medía 1,83 y ahora sigue igual.
Otro aspecto básico fue mejorar la eficacia de la palada. La estuvieron estudiando en vídeo, realizando grabaciones de las sesiones más duras de entrenamiento. A Cal le seguían en lancha. Después digitalizaron las imágenes y las miraron muy pausadamente, estudiando cada posición de los brazos y las paladas que daba entre cada línea de boyas. "Tratábamos de economizar el esfuerzo: que avanzara más en cada palada. Habitualmente tiene una impulsión de 2,85 metros, pero ahora con una palada avanza los 3 metros".
El trabajo fue duro. Cal recorrió unos 3.800 kilómetros en su canoa, entrenó más de 750 horas y llegó a levantar entre 14 y 16 toneladas de pesas diarias. Existía el peligro de romperle psicológicamente. "Hay que saber hasta qué punto exacto se le puede seguir exigiendo", apunta Morlán, que conoce sus reacciones a la pefección. "David es muy sólido de cabeza en entrenos y competición y tiene un metabolismo muy agresivo . No hay que machacarle. Sólo pegarle una punzada de vez en cuando. Pero esta vez valía la pena intentarlo por un oro olímpico, ¿no?".
"¿Sabes? Llegada la hora de la verdad, antes de competir, yo estaba más nervioso que él: yo notaba la ansiedad y él me miraba, y sonreía el muy cabrón", comentaba Suso Morlán. "A David le entreno yo, pero no es mío, es de todos y tenemos que disfrutarlo".
David Cal es un chico especial, que no habla mucho, que es paciente y tranquilo y, además -prosigue su técnico-, "que no conoce el estrés, pero siempre le gusta tener un reto". El reto era derrotar a Dittmer y a él se entregó sin parar hasta conseguirlo. Una vez cumplido el primer objetivo, habrá que preguntarle hoy cómo se preparó para afrontar el segundo, que es el de alcanzar una segunda medalla hoy en la final de los 500 metros.
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