Una fortaleza que da miedo
El hombre del primer plano de la fotografía se llama Ángel Acebes y era el responsable de la seguridad ciudadana cuando se produjeron los atentados del 11 de marzo en Madrid (el que sonríe en segundo plano es un millonario excéntrico, Zaplana, de los Zaplana de Benidorm). Quiere decirse que fracasó estrepitosamente como ministro del Interior. No es culpable de aquel desastre, pero sí responsable de no haber sido capaz de evitarlo. Un fracaso de ese calibre, con un saldo de casi 200 muertos y 1.500 heridos, le debería haber obligado a dimitir, pero al ministro de Defensa del mismo Gobierno se le mataron 62 hombres en un avión con problemas de mantenimiento y no lo han echado ni de la cofradía de su pueblo. De modo que Acebes no sólo no dimitió, sino que fue ascendido a número dos de su partido tras las elecciones generales. Enhorabuena.
La fotografía está tomada el día de su comparecencia ante la comisión del 11-M, donde en 10 horas de exposición pública no sólo no tuvo un gesto de autocrítica, sino que intentó hacernos creer que el ministro del Interior era, a la sazón, Rubalcaba. Su actitud general fue, en fin, la de un chulo que está de mal humor porque se le ha pedido con educación que ceda el paso a una ancianita. La Universidad Complutense publicó por esas mismas fechas un estudio según el cual el consumo de tranquilizantes aumentó espectacularmente en Madrid tras los atentados, ya que más de 40.000 madrileños sufrieron estrés postraumático. Viéndole declarar, resultaba evidente que Acebes no se encontraba entre ellos. Los 200 muertos de aquel día aciago se nos aparecen por la noche a todos menos al que mandaba en la policía y demás cuerpos de seguridad. Y es que para que se te aparezcan los muertos hay que tener un poco de imaginación moral.
Continuemos: durante las 10 horas que duró su comparecencia, además de negar los testimonios de los policías que habían comparecido en las jornadas anteriores, mostrando una deslealtad alucinante a quienes habían trabajado a sus órdenes, insistió en que quienes dijeron la verdad mintieron, mientras que quienes mintieron dijeron la verdad. Y esto es algo que no acabamos de comprender, porque es como afirmar que mienten quienes aseguran que es de día cuando es de día, mientras que quienes afirman que es de noche dicen la verdad. En otras palabras, nos quiso hacer comulgar con ruedas de molino, actitud bastante común en los temperamentos religiosos (véanse las últimas manifestaciones de la Conferencia Episcopal).
-Pero, oiga, si finalmente se ha confirmado lo que se ha confirmado.
-No importa, ustedes mentían al decir la verdad, mientras que yo decía la verdad al mentir.
-No lo entendemos.
-Más difícil es entender el Misterio de la Santísima Trinidad y ahí está, funcionando como el primer día desde hace varios siglos.
Algunos cronistas señalaron su fortaleza para resistir, durante 10 horas, aquella cantidad de contradicciones metafísicas sin ponerse rojo de vergüenza. A mí me dio miedo, porque me recordó la fortaleza del psicópata.
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