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Ciencia recreativa
Columna
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El meteorito de Orgueil

Javier Sampedro

Richard Hoover, de la NASA, y Alexéi Rozanov, del Instituto Paleontológico de Moscú, presentaron el pasado 2 de agosto en Denver una ponencia titulada Nuevas evidencias de la presencia de microfósiles indígenas en las condritas carbonáceas. Las condritas carbonáceas son los meteoritos más infrecuentes -hay menos de cien impactos registrados en el planeta- y provienen de cuerpos celestes (tal vez cometas) que llevan vagando por el espacio desde los orígenes del sistema solar, hace 4.700 millones de años. Son testigos de la infancia remota de nuestra parcela del cosmos. El trabajo de Hoover y Rozanov se refiere al más famoso de todos, el meteorito Orgueil, que cayó en ese pueblo cercano a Toulouse la noche del 14 de mayo de 1864. Bien, ¿qué son entonces esos microfósiles indígenas?

Las actas del congreso de Denver (Simposio Internacional de Ciencia y Tecnología Ópticas, 2 y 3 de agosto de 2004) no se han publicado todavía, pero dos de los asistentes a la sesión ya han colgado las fotos de Hoover y Rozanov en sus páginas web. La identidad de estos asistentes no carece de interés. El primero es Brig Klyce, un antiguo empleado del sector textil de Memphis que, desde 1996, mantiene una extraña página web (www.panspermia.org) que no sólo sostiene que la vida proviene del espacio, sino también que las especies progresan porque continuamente caen a la Tierra unos virus con las recetas genéticas para el siguiente paso evolutivo. Su teoría es errónea con casi total seguridad -un ratón y un ser humano tienen prácticamente los mismos genes-, pero hay que decir en su descargo que Klyce es muy riguroso con el tratamiento de las fuentes (sus interpretaciones son otra cosa). El segundo asistente es el astrónomo y escritor británico David Darling, que mantiene una magnífica web sobre astronomía y espacio (www.daviddarling.info, pinchar Enciclopedia y buscar Orgueil) con un ritmo de actualización estajanovista. Según estos dos atentos oyentes, Hoover y Rozanov han descubierto en el interior del meteorito Orgueil los restos fósiles de unas estructuras biológicas muy bien conocidas por los microbiólogos: las alfombras de cianobacterias, unas asociaciones de microbios fotosintéticos (capaces de convertir la luz solar en energía biológica) que se cuentan entre los más antiguos rastros de vida fósil hallados en la Tierra, en depósitos de hace unos 3.500 millones de años. Las fotos que adelanta Klyce son ciertamente llamativas. ¿Llegaría la vida a la Tierra en un meteorito similar al Orgueil, pero caído hace 4.000 millones de años? ¿Somos el producto de una colonización cósmica? La historia nos pide ser cautos.

En 1864, poco después de que el meteorito cayera en Orgueil y los lugareños lograran recuperar 20 de sus fragmentos, los químicos percibieron que su textura era similar a la de un vegetal fósil, como la turba y el lignito -hasta se podía cortar con un simple cuchillo- y que de hecho contenía hidrocarburos como los del petróleo, y otras sustancias de aparente origen orgánico. El gran Louis Pasteur, que acababa de demostrar que los microbios no se generan espontáneamente, usó un taladro especial para extraer las bacterias que pudiera albergar el interior del meteorito e intentó cultivarlas. Allí no creció nada, pero la polémica sobre la piedra de Orgueil no se ha llegado a extinguir nunca.

En 1962, un equipo de investigadores examinó uno de los fragmentos del meteorito Orgueil que había permanecido casi un siglo sellado en la vitrina de un museo. Aparecieron granos de arena, semillas y trozos de un junco europeo (Juncus conglomeratus). Si la vida viene del espacio, parece venir ya preparada para un pic-nic. Los estafadores decimonónicos habían hecho un trabajo fino. Menos mal que no fue ése el fragmento que utilizó Pasteur. Ni, esperemos, el que han usado Hoover y Rozanov.

LUIS F. SANZ

LUIS F. SANZ

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