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ZP, en primera persona | HUMOR
Columna
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La visita del 'lehendakari'

Diario personal de ZP. Vacaciones. Dentro de cuatro días comienza el nuevo curso político y, como un sencillo español más, siento en mi interior una pereza que te cagas. Una de las últimas cosas que hice antes de comenzar las vacaciones fue recibir en La Moncloa a todos los presidentes autonómicos, siguiendo la máxima bíblica: da de comer al sediento. La mayoría sólo había visto La Moncloa por la tele, dado el espíritu poco comunicativo del Homo Antecesor, y alguno sospechaba que el palacio era un decorado para la televisión, sospecha algo ingenua puesto que todo es un decorado para la televisión.

-Los chinos dicen -me susurró Juan José Ibarretxe- que incluso el camino más largo comienza con un primer paso.

Lo último que me esperaba era empezar el diálogo autonómico con un proverbio chino.

-Bueno, hombre -bromeé-, no lo dirán todos los chinos, ni lo dirán a todas horas. Seguro que hay chinos más frivolones.

-Basta que lo diga un chino para que lo digan los chinos, pueblo milenario como el vasco, y en una situación parecida: basta que yo diga algo para que se lo coman todos los vascos.

-Pues qué bien que estamos charlando, ahora todo será mucho más sencillo, ¿no?

-Como dicen los chinos, hasta el diálogo más cordial puede acabar a leche limpia.

-Vaya con el chino, qué charlatán, ja ja ja.

-No blomas.

-¿Pero qué pasa, lehendakari? ¿Estáis reponiendo Kung-Fu en la ETB o qué?

-Pol cielto, hablando de todo un poco: las conclusiones del comité de sabios soble televisiones públicas no afectan a los vascos ni a las vascas.

-Bueeeno. Entonces, ¿qué? El plan Ibarretxe, no, ¿no?

-Plan Ibaleche sí.

-No, hombre, no.

-Sí.

-Qué va. ¿A que no?

-Sí.

-Ya, ya, tú eres de aquellos que cuando dices sí, quieres decir no, ¿a que sí?

-No.

-¿Ves como no?

-Plan Ibaleche sí.

-Bueno, venga, asumamos la discrepancia y sigamos dialogando.

Fue entonces cuando, dando un giro a la conversación, puesto que la cosa se estaba bloqueando, hice una propuesta original y valiente: una reforma de la Constitución que, siguiendo el deseo de Pasqual Maragall, incluyera una relación de las comunidades autónomas, pero además, y esto era lo novedoso, incluyera también un territorio para apátridas.

-¿Cómo que telitolio apatlida?- preguntó Ibarretxe, desconcertado. Mi propuesta le sonaba a chino.

-Sí, claro, lehendakari, un territorio para todos aquellos españoles y españolas que están hartos de patrias y símbolos, de banderas gigantes en Madrid, en Barcelona, en Vitoria, y en todos y cada uno de los rincones de nuestra España plural. También he pensado que pueda haber ciudadanos multipatria.

-¿Multipatria?

-Fanáticos de las banderas, los himnos y los desfiles, que se puedan apuntar a tantas autonomías como quieran, sin dejar de ser españoles, por supuesto.

No le hizo gracia mi idea, pero conseguí desconcertarle. (Ya sé que mi propuesta de reforma constitucional es inviable: en cuanto se formara la autonomía para apátridas, inevitablemente aparecerían apátridas partidarios de dotar a la nueva autonomía de himno, bandera y territorio).

MARIO MARQUERIE

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