Incendios y bosques limpios
Tras los incendios de los últimos días, son muchas las voces que reclaman bosques limpios, como si los pastos, los matorrales y las enredaderas que "ensucian" nuestros montes fueran realmente basura, que se debe eliminar con un ejército de motosierras y desbrozadoras. Sin embargo, esa suciedad forma parte de la biodiversidad del bosque y su conservación viene exigida por las leyes; no demos pie a hablar de los incendios hoy y de la falta de habitats para los pájaros cantores y las mariposas mañana.
Por supuesto que se deben realizar labores preventivas de los incendios forestales, pero éstas deben realizarse en localizaciones concretas y no pueden abarcar la totalidad del monte, porque, de ser así, los bosques dejarían de ser tales para convertirse en una suerte de gigantescos parques urbanos. Ése es el matiz que falta cuando muchos oportunistas de la desgracia lanzan sus eslóganes de monte limpio.
Hoy día, cuando vivimos con prisas y las cosas no existen si no salen por la televisión, es muy difícil transmitir matices a la opinión pública. En el programa Informe semanal le entendí a un técnico del Creaf de Cataluña que hasta los árboles jóvenes forman parte de la suciedad del bosque. Debió de ser porque no le dejaron tiempo para matizar y aclarar, a continuación, que los árboles jóvenes son tan inflamables como la hierba y el matorral, pero, en cualquier caso, resultan imprescindibles para que la continuidad del bosque no se interrumpa.
Culpar de los incendios al monte sucio es tanto como culpar a los coches de los accidentes de tráfico o a las víctimas de la violencia de su propio sufrimiento por no ir bien protegidas. Una ínfima proporción de los incendios ocurre por causas naturales, el resto se debe a los incultos que usan la cultura del fuego en las labores agrícolas, a los guarros que arrojan colillas y otras basuras verdaderas por la ventanilla del coche o a los terroristas que especulan y se lucran con nuestros montes calcinados. Menos eslóganes y más debate y reflexión.
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