El virus terrorista
ANARQUISTA, ANTICOLONIAL, de la nueva izquierda y religiosa: éstas han sido las cuatro oleadas del terrorismo moderno, según describe David C. Rapoport. Aun en sus enormes diferencias todas ellas siguen el esquema de sus predecesoras: el terror como nueva forma de comunicación, publicidad y provocación, para hacerse oír, desestabilizar las sociedades atacadas e imponer su revolución. La última oleada -la religiosa- comenzó en 1979 y, según el autor, "todavía le quedan unos veinte o veinticinco años de duración". Aunque el saldo global del terrorismo ha sido el fracaso, ha producido "rabia, frustración", respuestas imprevistas, extraordinarias, ilegales y destructivas e importantes cambios en los Estados afectados.
Este esquema de Rapoport (profesor de Ciencia Política en California) es, en cierto modo, el marco conceptual en el que se inscriben los distintos ensayos recogidos por Fernando Reinares y Antonio Elorza en El nuevo terrorista islamista. Del 11-S al 11-M. Aunque la referencia al 11-M es un poco forzada, porque la mayoría de los ensayos fueron escritos con anterioridad al atentado de Madrid, se trata del libro más importante que ha aparecido después de aquella trágica fecha para quienes quieran saber sobre el origen y formación de Al Qaeda, sobre sus sistemas organizativos y su modo de financiación, sobre sus intenciones y su capacidad de acción, sobre sus posibles actuaciones futuras, sobre su relación con las armas de destrucción masiva y con el ciberterrorismo.
Probablemente, el factor oportunidad -el impacto del 11-M- habrá sido decisivo para doblegar la voluntad del editor, en un tiempo en que los libros colectivos tienen poca receptividad en las editoriales. Los autores escogidos por Elorza y Reinares son todos ellos reconocidos especialistas en terrorismo. Y si algún denominador común hay es la ausencia de fascinación orientalista alguna y de esta culpabilidad colonialista que algunos intelectuales del primer mundo sienten, que se convierte, a menudo, en ausencia de actitud crítica ante los fundamentalismos y otros movimientos revolucionarios que vienen del mundo musulmán. Es también común a estos analistas otorgar a Al Qaeda unos objetivos políticos precisos: "La unificación política de la comunidad de creyentes del islam" (Fernando Reinares) y, a corto plazo, "la incubación y captura de un Estado musulmán crítico, desde el punto de vista geopolítico, especialmente Arabia Saudí o Pakistán" (Magnus Ranstorp). Y subyace en la mayoría de los ensayos la idea de que la guerra de Irak ha sido un regalo para los terroristas, a los que ha dado "nueva resonancia y vitalidad" (Hoffman).
Fernando Reinares, que se centra en el nuevo terrorismo y España, considera insuficiente la explicación del 11-M por la guerra de Irak. "Una simplificación inducida por los propios instigadores del terrorismo internacional", que olvida que España estaba ya amenazada antes del 11-M y que lo sigue estando después de la retirada de las tropas de Irak. Los terroristas escogen sus objetivos por criterios "de tiempo, recursos, accesibilidad, vulnerabilidad y oportunidad". Y España ha sido y es especialmente accesible y vulnerable, por ubicación estratégica, por extravío de los servicios de inteligencia, por imprevisión de las élites políticas, por la existencia de amplias comunidades inmigrantes musulmanas, y "por ser un país de gentes más bien confiadas".
Rohan Gunaratna, entiende que Al Qaeda golpeó Madrid después de "un paciente estudio de los desajustes, resquicios y debilidades del sistema de seguridad construido en Occidente tras el 11-S". Gunaratna explica cómo el terrorismo islámico -Al Qaeda y los grupos asociados- tiene una maleabilidad proteica que les ha permitido superar los duros golpes que recibieron después del 11-S. Y ve la clave de la respuesta al terrorismo "en reforzar los servicios de inteligencia y espionaje".
Bruce Hoffman, de la Rand Corporation, se pregunta si Al Qaeda es un concepto o un virus. La capacidad "para reclutar, movilizar y motivar" hace pensar que Al Qaeda puede sobrevivir a Bin Laden. Las tres aptitudes que hicieron posible el 11-S y que Al Qaeda todavía posee son, para Hoffman, la habilidad para identificar vulnerabilidades, el eficaz uso del engaño y el ataque suicida. Ninguna de estas cualidades dependen de tener o no el santuario de Afganistán. Y como todo terrorismo depende de la violencia: "ésta seguirá siendo clave para asegurar su presencia internacional". Al Qaeda o mata o no existe. Y su arma es el megaterrorismo, un concepto israelí que incluye los atentados suicidas y los ataques con elevado número de víctimas en la estrategia que los ideólogos de ETA llamaban socialización del sufrimiento.
Antonio Elorza destaca la dimensión técnica de las acciones terroristas, el alto grado de cohesión del terrorismo islámico y la dimensión estratégica que inserta los atentados en el supuesto religioso. Y prosigue sus análisis sobre el Corán, convencido de que si "no se procede a extirpar la dimensión belicista de una parte significativa de los textos sagrados, la mentalidad integrista, base del terrorismo, proseguirá su avance hasta ahora imparable".
El islam en Europa es el tema de Olivier Roy: el proceso de recomunalización de los jóvenes musulmanes europeos, a través de las formas del islam más desterritorializadas. Roy explica los procesos de asimilación y de integración. Y el cambio que se produce en los jóvenes que rompen con sus países de origen y se identifican con una umma supranacional. "El rechazo hacia la cultura de origen, junto con la negativa a asimilarse a la cultura occidental circundante, encuentra su expresión perfecta en el neofundamentalismo (o salafismo)". Romper este circuito concierne a Europa entera.
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