Carles navega el río salado
El canal de Schintia, donde hoy se disputará la final de eslálom, es el mayor de la historia del olimpismo y se alimenta del mar
La base del piragüismo de aguas bravas, o eslálom, es un río. Como en el Ática no hay ríos, los organizadores de los Juegos han construido uno que circula como la pesadilla de los sedientos, describiendo una cascada en espiral de agua salada y caliente. Por este río fantástico, que fluye a seis kilómetros de Maratón, "en pleno desierto", como él dice, descenderá hoy el palista español Carles Juanmartí, que ayer se clasificó para la semifinal.
"El río de Schintia es una obra arquitectónica brutal", dice Carles, que de ríos sabe mucho y de torrentes artificiales más. "Nací en la Seu de Urgell, en el Pirineo, donde se emplaza el canal que sirvió de sede de la competición de aguas bravas en los Juegos de Barcelona. Entonces fui voluntario. Tenía 14 años y estuve trabajado en el canal. Recuerdo que el mito era el inglés Richard Fox. ¡Un animal!".
El canal de la Seu es artificial, pero el agua que lo llena proviene del deshielo. El canal de Schintia no tiene río. "Eso es lo peor", dice Carles; "que traen el agua del mar, bombeándola varios kilómetros. La sal hace arder los ojos y el agua salada no es tan refrescante como la dulce, que hasta da gusto que te moje. Ésta es mucho menos refrescante porque al ser un circuito cerrado está caliente".
El río de Schintia es desagradable al tacto, pero muy coqueto. Tiene forma de espiral, y presenta la extraña novedad de que en un momento de su recorrido describe un ocho, de modo que los palistas reman río abajo por encima y luego pasan por debajo del lecho. Como en los escalectrics. En el centro del espiral se sitúan unas 10.000 localidades de público que, de este modo, no se pierden nada de lo que pasa en los 400 metros de recorrido. El agua se recicla con las bombas más potentes que nunca tuvo un río artificial. Sube y baja a un gran desnivel, dándole a la corriente la apariencia de unos rápidos de una virulencia única en la historia del olimpismo. El eslálom se diferencia del piragüismo de aguas tranquilas en que no prima el fondo físico, sino la técnica, y, sobre todo, el conocimiento del agua. Además de una intuición innata para percibir las turbulencias, las corrientes y las contracorrientes, los palistas deben hacer un trabajo de inteligencia. El que tiene más información sobre el agua, tiene una gran ventaja. Para evitar la trampa, la organización establece reglas. La primera, que la corriente se puede modificar cuantas veces se quiera pues el caudal y los obstáculos del lecho, que alteran la fluidez, son regulables, como en un mecano. El segundo, que los palistas no pueden navegar ni conocer el río tal y como será configurado en la competición. "Tenemos 90 segundos para memorizar cómo tenemos que superar cada una de las 24 puertas. En este río yo veo que, al ser muy potente
[17 metros cúbicos por segundo], conviene no remar muy rápido y dejar navegar mucho". Tampoco ha faltado el espionaje. En los Juegos de 1972 los alemanes de la República Federal esperaban ganar muchas medallas en su canal artificial de Augsburgo, el primero de la historia olímpica. Pero un equipo de la República Democrática estudió el canal e hizo una réplica en la mitad oriental del país. La medalla de oro fue para Siegbert Horn, de la RDA. En Atlanta, el destino corrigió la desgracia de Augsburgo. El campeón olímpico fue Oliver Fix, de Augsburgo, que se entrenó durante meses en el río Ocoee, la sede, "para familiarizarse con el terreno".
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