Una Celestina sin cuajar en el Festival de Edimburgo
Empezaremos por el final: tras el montaje de Calixto Bieito no parece que nadie vaya a correr a las librerías de Edimburgo a comprarse La Celestina. La tragicomedia se condensa en dos horas y 15 minutos, y entre la traducción al inglés y la adaptación de lo mantenido por parte de John Clifford se pierde algo tan importante como es el idioma y su belleza. Lo que se añade son toques de españolismo un tanto cargante que incluye vídeos de toros, un cartel que reza Give Gibraltar back to Spain (Devuelvan Gibraltar a España), una paella y hasta un nuevo personaje, Pepe, que, con una cabeza de toro, hace de prólogo y es, además, ya sin la cabeza, el vengador de Celestina. Desaparecen Centurio, Sosia, Tristán y Alisa. Lucrecia es una retrasada mental cuya virginidad es subastada y adquirida por un espectador.
La verdad es que Bieito, con su afán de revisión, resta universalidad a La Celestina. La excelente idea de convertir al personaje principal en una especie de mafiosa, el mezclar a Melibea en trapicheos de drogas que se confunden con el amor verdadero, el llevar la acción a un ahora mismo perfectamente reconocible aunque también tópico son propuestas que no acaban de cuajar. Hay también logros magníficos como hacer de Pármeno un borracho que, como todos ellos, dice la verdad de lo que siente.
¿Qué queda de La Celestina de Fernando Rojas? Bieito y Clifford afirman que lo esencial. No está ausente esa grandeza trágica que es el signo de muchos clásicos, pero se sume demasiado en lo accesorio. La idea de concluir como se empieza, en una suerte de danza general que primero es de la vida y luego de la muerte -Soy un perro callejero pero a ritmo mucho más lento- es un detalle inteligente. Pero, al fin, el claro mensaje pre-shakespeariano de Rojas se disuelve en esa rumba cuya letra en español -"y me cago en todos tus muertos" dice al aca-bar- no entiende el público. Bieito, en resumen, no equilibra su superabundancia de ideas con la necesaria economía para aplicarlas. La actuación de las huestes del Birmingham Repertory Theater es extraordinaria, con la Celestina de la inconmensurable Kathryn Hunter a la cabeza. La gente, me temo, se enteró sólo de la misa -negra, por supuesto- la mitad y si ésta fue su primera Celestina, doble contra sencillo que será también la última.
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