"La identidad es una cosa muy compleja, depende del día"
Pescado fresco, espardenyes y vino blanco en Casa Leopoldo, restaurante de cabecera de Manuel Vázquez Montalbán, en el Raval. Joan Herrera, camiseta verde y barba de algunos días, cuenta su vida.
Pregunta. ¿Cómo le va en el Congreso?
Respuesta. Estoy un poco alucinado con las formas. Parece un patio de colegio. Los del PP insultan, increpan... Al principio te sorprende, pero luego te habitúas y entras al juego. Tiene códigos propios, hay una retórica rara, mucho afán de micro, todo es muy poco concreto.
P. ¿Y se curra mucho allí?
R. Los grupos pequeños como el nuestro, sí. Yo estoy en cinco comisiones y media: Inmigración, Cooperación, Medio Ambiente, Infraestructuras y Vivienda, Tribunal de Cuentas y Presupuestos, que es muy interesante porque nos da a los pequeños más capacidad de maniobra para influir.
P. ¿Y se nota el talante?
R. Existe, sí, y hacía mucha falta, aunque se ha sobredimensionado por el trauma que nos ha creado el autoritarismo de Aznar. Ahora las formas tienen más relevancia política que el fondo.
P. ¿Cómo llegó usted a militar en la izquierda?
R. Mi familia siempre estuvo muy politizada. Mi padre era del PSUC y mi madre socialista. Pero a mí me marcó negativamente el felipismo. Las huelgas generales de los ochenta y la guerra del Golfo, que estalló cuando tenía 20 años, fueron también decisivas.
P. ¿Ahí se hizo comunista?
R. Nunca he sido comunista, vengo de los movimientos pacifistas. Me marcó mucho un viaje que hice a Cuba de cooperante. Volví muy escéptico. El comunismo está basado en motivos legítimos, pero ha hecho muchos disparates.
P. Defínase, entonces.
R. Estoy en una izquierda verde, renovada y contemporánea.
P. ¿Es decir?
R. Una izquierda más en sintonía con los verdes alemanes, con esa combinación de radicalidad y gobierno real, en la que la participación es un eje central. La izquierda debe sumar, ser universal, recoger el internacionalismo de los movimientos antiglobalización. Porto Alegre es el punto de inflexión.
P. ¿Eso lo sabe Llamazares?
R. Tiene claro hacia dónde debe ir Izquierda Unida.
P. ¿Otro mundo es posible?
R. No sólo: es imprescindible.
P. ¿Usted es nacionalista?
R. No sé, soy catalanista, no nacionalista. La identidad es una cosa muy compleja, depende del día, varía con los años. Es la lengua, los amigos, los sitios donde compras, una forma de mirar el mundo. Yo hablo y leo en catalán y español, me siento europeo, amo a Brasil. A mi gato le hablaba en castellano porque nació en Madrid. Reivindicar la independencia es un absurdo: los estados nación son una burla que lo único que hacen es administrar las dependencias. Si me ofrecen un modelo federal, adelante, pero para construir una Europa que sea realmente de los ciudadanos.
P. Y el mercado, ¿qué?
R. El mercado no se lleva nada bien con la democracia. Lo de que se autorregula es la gran falacia. Tiene que existir, pero no sin control. Genera injusticia y desigualdad, y otra cosa que Marx no tuvo en cuenta: utiliza unos recursos naturales que van a agotarse.
P. ¿Cómo ve la Monarquía?
R. Me parece un residuo de la transición que ha cumplido su papel y que tiene poco sentido. Pero no me parece una prioridad desmantelarla. Igual llega un presidente de la República peor.
P. ¿Cree que influyeron los atentados del 11-M en las elecciones?
R. Creo que despertaron los anticuerpos que había provocado el aznarismo. La reacción ciudadana empezó con las mentiras de la huelga general, el Prestige y la entrada en la guerra, que despertó una conciencia pacifista mayoritaria por primera vez. Luego, el PP logró dormir todo a base de propaganda, televisión, algo de ayuda de los socialistas por la crisis de Madrid, y la torpeza iluminada de Carod con ETA. Pero si previamente la movilización contra la guerra no hubiera cambiado las conciencias, quizá no hubieran perdido las elecciones. La gente no tragó tanta mentira junta. Y el país, que yo creo que es electoralmente conservador porque la mayoría trabaja para pagar la hipoteca, votó por razones políticas y no económicas.
P. ¿Ha cambiado el PP?
R. Los he descubierto ahora y algunos son muy bestias, auténticos hooligans, pero otros son muy listos. Forman un grupo parlamentario muy bueno. Utilizan la crispación como estrategia, con un componente teatral: te insultan y al acabar vienen y te dicen: "¡A ver si tomamos unas cañitas!".
P. ¿Rajoy es más tolerante que su predecesor?
R. ¿Conocéis a alguien menos tolerante? Aznar es una pequeña parte del proceso global de renovación y ruptura de la derecha, como los neocon y Berlusconi.
P. Rajoy alienta las pancartas.
R. ¡Eso fue entrañable! Sacaron esos carteles de "Agua para todos", los colocaron como un tapete de ganchillo y sólo se leía "Para todos". Yo les dije que las estiraran, que en vez de "agua" podíamos leer "Ladrillos para todos", "Negocios para todos"... Tiene una cosa buena: cuando la derecha recurre a la pancarta, está perdida: lo del Plan Hidrológico ha sido su ruina económica.
P. ¿Y cómo anda de ídolos?
R. Si tengo que elegir diría Dizzy Gillespie o Wynton Marsalis.
Aire fresco y verde para el Parlamento
Quiere llevar al Parlamento un poco de aire fresco, pero de momento anda desentrañando los códigos secretos de la retórica. Joan Herrera, barcelonés, de 33 años, diputado de Iniciativa per Catalunya / Els Verds, pertenece a esa generación que ha entrado en tromba en el Congreso con ideas y formas nuevas. Catalanista pero no nacionalista, pacifista y ecologista, nadador y trompetista, inteligente y tranquilo, Herrera pregona los valores de la izquierda de Porto Alegre para superar a la izquierda clásica y luchar contra la derecha. Aunque todavía está un poco asustado: algunos representantes del Partido Popular le han parecido en en directo "unos hooligans".
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