Despedida chirene
Hay, por lo menos dos formas de acabar las fiestas, la primera, porque se terminan. Van las fiestas llegan a su techo natural, se entona un pobre de mí o lo que cuadre y ¡hasta el año que viene! La segunda porque quienes están en ellas se van y, claro, para el que está fuera de la fiesta, la fiesta no existe. Conviene señalar que en esta última categoría no entran quienes quisieran estar en la fiesta y no pueden porque para ellos, los nostálgicos o festejadores por procuración, la fiesta existe aunque esté lejos o se acabe.
Pues bien, éstos, aquéllos y Vds. han de saber que nos hallamos ante el segundo supuesto. Las fiestas de San Sebastián ya se han acabado, al menos en este espacio, porque es ley natural que si empiezan las fiestas de Bilbao, cojan las de Donostia y se retiren del periódico. Y no porque los del Botxo sean como son y tomen a Sanse por Disneylandia sino porque en su órbita gravitan más ciudadanos aunque sean bilbaínos. Además, constituiría una grosería no cederle el paso a Marijaia, la embajadora del botxintxe y el espíritu de la fiesta botxera. Sin embargo, hay quien no parece haberse enterado de la fiesta. Estoy hablando del secretario de Estado Camacho que ha caído sobre las fiestas como un auténtico marciano -o milagro- de P. Tinto. A su juicio los ataques que se produjeron en San Sebastián y que causaron catorce heridos no eran "sino una forma desagradable de divertirse", algo que, se supone, debió de ocurrírseles a sus causantes sobre la marcha.
Además, constituiría una evidente grosería no cederle el paso a Marijaia
Estaban treinta o cuarenta tipos corrientes pero encapuchados tomando tranquilamente sus kalimotxos y se dijeron, llenemos unos botellines con la gasolina que hay por casualidad en esos bidones y tirémoslos encendidos a la gente a ver qué pasa. Para más risa, compremos unos cohetes y apuntemos con ellos al primer concejal sociata que encontremos. Dicho y hecho. Cruzaron contenedores, les pegaron fuego y atacaron a quienes venían a sofocarlos y reprimirles pero metiendo en el bulto a todo perro pichi. Claro que lo que menos esperaban era que un día después en vez de patriotas les llamara gamberros el secretario Camacho. La verdad es que la gracieta se parece mucho a la de aquel también secretario, creo, que aseguró que el envenenamiento de la colza se debía a unos bichitos. Como lo del gamberrismo es imprevisible y a cualquiera se le puede ocurrir poner unas fiestas patas arriba si se le cruza el cable, no parece que se debiera prever dispositivo alguno ante situaciones como la de izar una simple bandera española en el Ayuntamiento de San Sebastián el día de la Virgen porque no se va a producir la guerra de las banderas que se viene produciendo desde hace ¿veinte años? Camacho podría preguntarle a su correligionario Odón cuánta juerga desagradable hay que aguantar antes de suprimir el desfile de la Salve.
En fin que con o sin gamberros, con o sin marcianos, con o sin crónica, a Donosti le toca vivir el día Grande de su semana ídem así como su solemne Víspera con Salve y Festara. Amén de la despedida sorpresa que nos reserva el alcalde. Con que a disfrutar, que son dos días.
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