"Esto era el pulmón de Valencia"
El siniestro forestal conmociona a los vecinos y veraneantes de Náquera
Náquera amaneció ayer movilizada. Tras una noche en vela para la mayoría de los vecinos de la localidad y veraneantes de esta zona considerada como el pulmón más próximo a la ciudad de Valencia y a su área metropolitana, la población fue tomada por efectivos de la lucha contra incendios, medios de comunicación, políticos y voluntarios de diversos puntos de la zona y de otras comarcas de la Comunidad Valenciana.
La preocupación creció con el paso de las horas. El humo que se veía en la montaña que enfrenta el centro de Náquera dio paso a llamas. El viento cambiante llenó de humo y ceniza la población y hacia las 12.00 horas se empezó a desalojar el pueblo. Algunos vecinos, en cualquier caso, se resistían a abandonar sus casas y optaron por poner su grano de arena en el dispositivo montado. Varias mujeres se dedicaron a preparar bocadillos para los efectivos de lucha contra los incendios.
El puesto sanitario atendió sobre todo crisis de ansiedad entre mayores y jóvenes
En otros casos la colaboración ciudadana había empezado en la noche del jueves. Ricardo Benlloch, propietario de una de las farmacias de Náquera surtió al Ayuntamiento de medicamentos y productos contra las quemaduras. La posta sanitaria habilitada en el consistorio fue atendida desde las primeras horas del incendio por médicos y enfermeros veraneantes en la zona. Alrededor de 20 personas fueron atendidas de conjuntivitis, algún esguince de tobillo y sobre todo crisis de ansiedad entre la gente más mayor y también entre los más jóvenes.
"Esto es el pulmón de Náquera", sollozaba una vecina de esta localidad mientras intentaba localizar a su hijo con el móvil. Otra mujer, Diana Botella, veraneante desde que era pequeña en una de las 14 urbanizaciones de la población ya tenía la parte más importante resuelta. Su familia estaba a salvo. "Anoche [madrugada del viernes] nos avisaron de que estuviéramos preparados para desalojar". La familia optó por trasladar a Valencia "lo necesario" -algo de ropa y dinero- para después volver "para ver si se puede hacer algo". Diana, en cualquier caso, tampoco quería molestar. "Ellos [efectivos de lucha contra el incendio] llevan su marcha y la población a veces estorba más que otra cosa", explicaba. "Es una tragedia", comentaba indignada. "Es una poca vergüenza que ocurran cosas como ésta". "Esto era el pulmón de Valencia, era una maravilla".
Hacia el medio día, en muchísimos puntos de Náquera se repetía la misma imagen. Persianas bajadas y calles vacías. A pesar de que parte de la población optó por no abandonar sus hogares, en otros casos las familias se desplazaron a casas de familiares en pueblos próximos o a sus primeras residencias, en su mayor parte a escasos kilómetros. Luis Sandrer, vecino del pueblo, explicaba que su mujer, sus tres hijos y su suegros se habían trasladado a casa de su hermana en la localidad vecina de Bétera. Él se quedó, "por si hace falta ayuda". Otros, veraneantes en las urbanizaciones no desalojadas observaban de cerca la evolución de las llamas tras una noche en vela antes de decidir qué hacer.
Entre los que abandonaron sus chalés pero se resistieron a dejar el pueblo se encontraba Asunción Oliver, que desde su asiento en el interior del Ayuntamiento divisaba su casa de descanso. "Ahora [los supuestos pirómanos] ya se han hecho con El Pinar", criticaba muy preocupada.
Entre aquellos que optaron por abandonar la localidad se encontraban un grupo de ancianas que pasaban un mes en la colonia de veraneo de la Obra Social Femenina. Llevaban lo justo. Alguna bolsa de mano y algún que otro neceser. Una voluntaria les indicaba dónde debían esperar a ser evacuadas. Ellas formaron parte del colectivo de alrededor de un centenar de personas que al final se trasladó hasta la población vecina de Bétera.
Allí el escenario era bien distinto. El Ayuntamiento de esta localidad, que se encontraba en fiestas, había preparado el polideportivo municipal y la Casa de la Cultura ante la posibilidad de que los desplazados tuvieran que pasar la noche en las instalaciones, una previsión que no hizo falta utilizar. Frente a la terraza de la piscina del polideportivo, los evacuados observaban las llamas y el humo proveniente de la Sierra Calderona.
En torno a las 17.30 horas, el alcalde de Bétera, José Manuel Martínez, anunciaba a las 30 personas que aún permanecían allí que el incendio empezaba a estar controlado y que en dos horas podrían volver a sus residencias. El humo había desaparecido de la escena y únicamente se dejaban ver los helicópteros y aviones de extinción sobrevolando la zona. Pero no todo eran alegrías. "Todo el mundo era consciente de que podía ocurrir", comentaba un vecino que lleva más de 40 años viviendo en Náquera y que no quiso revelar su nombre. "En la vida ha pasado lo que hoy", añadió. "Hace 15 años, estuvimos tres días y tres noches apagando el fuego de la montaña. Salimos los hombres del pueblo a presentarnos como voluntarios. Teníamos 30 camiones que iban y venían con agua y, al final lo apagamos. Lo que falta saber es quién se va a aprovechar de esto".
"Antes se podía andar de Serra a Náquera atravesando el bosque. Ahora, no. La maleza lo impide. Todo el monte está muy sucio", remata este vecino al que acompañaban su hija y sus nietos.
Desde que se detectó el incendio, vecinos de Náquera y de las demás poblaciones afectadas intentaron hacer frente a la situación. El malestar se palpaba entre muchos de ellos por la mañana. El cansancio había hecho mella y la evolución del incendio minaba el ánimo. A Amparo, 22 años, sentada en la entrada de una casa, le caían las lágrimas al ver las llamas en la montaña, tras toda una noche de trabajo. Con la cara manchada y aspecto de no haber dormido en toda la noche, esta joven criticaba la falta de ayuda desde el exterior a la gente del pueblo. "No ha venido nadie a ayudarnos, te lo prometo, hasta que ya no se podía hacer nada", lamentaba pesimista.
Tanto entre los trasladados a Bétera como entre algunos jóvenes que permanecieron en Náquera había malestar porque sus ganar de colaborar no encontraban en muchos casos respuesta. Más de 200 voluntarios se inscribieron a lo largo de la jornada en el Ayuntamiento de Náquera. En teoría, su función será auxiliar a partir de hoy a los efectivos de extinción. "Es por su propia protección", explicaba ayer el alcalde de Náquera, Ricardo Arnal.
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