_
_
_
_
INVITACIÓN A LA POESÍA

Gigante y extraño

Javier Rodríguez Marcos

A LUIS García Montero podrían aplicársele los versos de Ángel González que él mismo suele leer a sus alumnos: acusado de realista por los críticos literarios, sus parientes mantienen la opinión contraria. García Montero es catedrático de literatura en Granada, vive en la calle de Larra de Madrid y en su libro El jardín extranjero puede leerse el poema 'A Federico, con unas violetas'. Cosa de ficción parece. Con los pies en la tierra, no obstante, el autor de títulos ya clásicos como Habitaciones separadas (Premio Loewe y Premio Nacional), Completamente viernes o La intimidad de la serpiente ha conseguido salir de la reserva india, por usar sus palabras, a la que parece reducida hoy la poesía. Ha conseguido llegar a los lectores y esto es algo que el resto de los pieles rojas no suelen perdonarle. De ahí han nacido los tópicos que le atribuyen el pecado del impuro realismo. "Será que tienen alma", dice él de los poetas puros en un poema en el que también dice conformarse con tener amor y con tener conciencia. Por otro lado, García Montero es uno de los escritores españoles que más han reflexionado últimamente sobre su oficio. Ahí quedan ensayos como Poesía cuartel de invierno (Seix Barral) o El sexto día (Debate). Y ahí queda también Gigante y extraño (Tusquets), una edición de las Rimas de Bécquer en la que reivindica al sevillano como fundador de la poesía moderna en lengua española. "Con él", dice, "ha pasado una cosa rara. Por un lado, hay una idea social de que es un poeta blando para señoritas afectadas de mal de amores. Y por otro, poetas como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Alberti o Cernuda lo consideraban el padre de la poesía contemporánea. Creo que en este caso los poetas tienen razón. El protagonista de las Rimas no es nada cursi. Bécquer hizo en nuestra literatura un papel muy parecido al que Baudelaire hizo en la literatura francesa. Fue un periodista que hizo crónicas en El Contemporáneo y que paseó por la ciudad en un momento de absoluta transformación. A veces se cree que la poesía urbana es la que tiene una decoración urbana, taxis y rascacielos, pero es algo mucho más decisivo. Lo que Baudelaire o Bécquer aprendieron en la ciudad es que no existen los valores estables y que, por tanto, cualquier pensamiento dogmático es un pensamiento ridículo. Quien ha viso que una ciudad se hace y se deshace en dos días comprende que la existencia dialoga con la fugacidad. Y esa falta de valores estables tiene, claro, una decisiva influencia sentimental y política. Machado dice en el Juan de Mairena que Bécquer es el poeta del sí pero no: volverán las oscuras golondrinas, pero no volverán. Los contrarios viven en la realidad. Cuando Bécquer está en una orgía siente nostalgia de la pureza. Y cuando está en la pureza tiene nostalgia de una plasmación carnal de la realidad. Ese pensamiento irónico es el que introdujo en toda la poesía hispánica, porque influyó en fundadores del modernismo como Rubén Darío o José Martí. Y todo con naturalidad, huyendo de la grandilocuencia romántica. Ésa es la difícil sencillez de la Rimas, una sensación como de escena cotidiana".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_