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Reportaje:

"Los cuerpos hedían y había que tirarlos"

Varios supervivientes del naufragio de Santo Domingo niegan ahora que llegaran a comer carne humana

José Agüero no tomó de la leche materna. Tampoco los otros hombres que compartían un espacio en la embarcación en la que intentaban llegar a Puerto Rico y que naufragó. "No, no, no, eso era sólo entre las mujeres que se la daban, a los hombres no les daban. No nos daban leche". Además, desmintió a quienes aseguraron a los periodistas que habían comido carne humana de los que habían muerto. "Claro que no comimos carne humana. Quien lo haya dicho estaba desvariando, estaba loco", aseguró.

El miércoles, algunos de los supervivientes habían asegurado que una joven que había dado a luz hace poco tiempo había amamantado a muchos de ellos hasta sangrar, y que murió de una hemorragia. Su cuerpo, como el de otros que fallecieron entre las tablas de la frágil embarcación, acabó en las aguas del canal de La Mona, que separa a República Dominicana y Puerto Rico.

Ayer al mediodía, en su habitación del Centro Médico Siglo 21, en San Francisco de Macorís, a 135 kilómetros de Santo Domingo, Agüero, un ganadero de 26 años, recordaba la tragedia con voz cansada, pero con la lucidez propia de quien ha podido descansar y recibir tratamiento médico. "Me siento muy bien, es lo único que le puedo decir. Me han dado suero y me han puesto muchas inyecciones. Pienso irme mañana a casa".

Tendido en la cama, rodeado de varios familiares, respondía a las preguntas casi con monosílabos. La odisea comenzó cuando se quedaron sin gasolina. Habían pasado dos días y dos noches desde su partida, de la desembocadura de un río llamado Barracote, en la costa nordeste de República Dominicana, el 30 de julio a las cuatro de la tarde. "El oleaje era muy grande. Cogimos pantalones y otras ropas e hicimos un velero", gracias a un palo de color verde que tenían en la embarcación y que, según otros supervivientes, les sirvió como fuente de bebida.

No fue lo único que tomaron. "Allí bebíamos agua de la mar". No hizo mención del orín al que varios supervivientes se refirieron. "Y comí Colgate, chines [trozos] de pasta de dientes. Los peces eran chiquititos, que brincaban dentro de la yola [barco]", explicó. Cuando se le pregunta por la carne humana, lo niega sacando fuerzas de donde no las tiene. "Los cuerpos de los que morían hedían y había que tirarlos. Si los dejábamos, nos íbamos a morir todos". Los que no fallecieron en la embarcación debieron hacerlo tras lanzarse al mar. "Había gente que se ponía loca y que decía que por allí pasaba un concho [coche privado que se usa como transporte colectivo], un taxi, se tiraban y se jodían". Su testimonio se suma a otros. Como el de dos mujeres y dos hombres que se refirieron a la aparición de una gran sombra que los cubrió por completo. Pensaban que era "el propio demonio que quería apoderarse" de ellos.

Pero Agüero recordaba algo más. El momento en el que vieron un barco -"de esos que apresa gente"-, en referencia al Servicio de Guardacostas de EE UU. "Se paró, pero no vino a buscarnos. Ni agua nos dio. Sólo tocó bocina y, luego de un rato parado, se fue". Dijo que no sabe quién organizó el viaje. "Un amigo me metió en eso". Pagó 30.000 pesos (unos 600 euros) a una persona, "antes de subir a la yola y no la he vuelto a ver. No lo conozco ni sé como se llama". ¿De dónde sacó el dinero? "¡Yo ganaba bien!". ¿Por qué se arriesgó de esa manera? "Creí que en Puerto Rico iba a estar mejor. Todo se debía a un sueño". Un sueño que quisiera ver cumplido, pero no de esa manera. Asegura que jamás volvería a montarse en una embarcación."Me gustaría irme, pero de legal".

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