Tiros al aire en Bagdad
La población de la capital iraquí celebra con disparos el triunfo
¿Una boda? ¿La guerra? No tienen mucho que celebrar los iraquíes. Pero en cuanto pueden, lo hacen a su modo. Con tiros al aire. Anoche, pocos minutos después de terminar el partido de fútbol entre Irak y Portugal en los Juegos Olímpicos de Atenas, con victoria de los árabes (4-2), los disparos de fusiles automáticos comenzaron a tronar en Bagdad. Y el cielo de la capital de Irak comenzó a iluminarse con bengalas rojas. No era el sonido de los habituales enfrentamientos armados que casi cada noche se pueden escuchar, ni por supuesto el de los estallidos de los proyectiles de mortero que lanzan sobre los edificios oficiales y las Embajadas de Estados Unidos y del Reino Unido. El ruido de los disparos provenía de cualquier parte de la ciudad. Duraron media hora, aproximadamente.
La respuesta a una llamada a la recepción del hotel en el que se aloja este enviado especial tardó ayer más de lo habitual durante el encuentro. Los empleados se agolpaban frente a un viejo televisor, daba igual que emitiera con una pésima señal.
Desde horas antes del inicio del encuentro, muchos iraquíes ya comentaban el enfrentamiento con Portugal, uno de los equipos favoritos para la conquista del título. Las opciones de Irak de conseguir alguna medalla, en fútbol y en cualquier otra especialidad deportiva, son casi nulas. Pero el triunfo de ayer fue una de las pocas alegrías, entre tanta desgracia que está devastando el país. En los periódicos iraquíes es difícil encontrar un semblante sonriente. Hace unos días, cuando el equipo olímpico partió hacia la capital griega, los deportistas enfundados en sus chaquetas verdes lucían muy felices. Además, ya no tienen que soportar como jefe del Comité Olímpico Iraquí a Uday Husein, el hijo del dictador iraquí que, según comentaron en su día algunos deportistas, más de una vez torturó a futbolistas después de alguna derrota del equipo nacional.
El fútbol se vive en Irak -país cuya infraestructura deportiva está casi inservible- como en otros países árabes, con una pasión desmedida. No es extraño ver a chavales jugar, incluso a las cuatro de la tarde y casi a 50 grados centígrados de temperatura. Infinidad de jóvenes visten camisetas, por supuesto falsificadas, de los mejores equipos de toda Europa, y de su selección. Media hora después de la celebración a tiros, el silencio se hizo de nuevo. Y duró. Como si los rebeldes que luchan contra los soldados de la coalición internacional también se hubieran tomado su respiro.
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