Fischer quiere ser apátrida
El mítico ajedrecista logra el traslado a una cárcel de presos de larga condena mientras el Gobierno japonés estudia la solicitud de asilo
Bobby Fischer, detenido en Japón desde el pasado 13 de julio, agota todas las vías legales para evitar su extradición a Estados Unidos, donde puede ser condenado a diez años de cárcel por violar el embargo contra Yugoslavia en 1992. El ajedrecista, de 61 años, ha pedido al Gobierno de Washington que le retire la nacionalidad estadounidense, y al de Tokio que le conceda el asilo político que le niega el de Belgrado, mientras espera que se le conceda la nacionalidad alemana que había solicitado hace unas dos semanas.
De momento, Fischer ha obtenido una pequeña victoria: ya no tendrá que soportar a compañeros de celda fumadores, cuyo humo le irritaba mucho. El ajedrecista logró que el martes pasado le trasladasen del centro de detención del aeropuerto de Tokio, donde fue arrestado hace un mes, cuando se disponía a viajar a Filipinas, porque su pasaporte había sido anulado por el Gobierno de EEUU sin que él lo supiera. Su nueva residencia es la cárcel de Ushiko, para presos de larga duración, lo que indica que su extradición queda en suspenso mientras el Gobierno japonés estudia la petición de asilo, y el germano la de nacionalidad, dado que el padre adoptivo de Fischer nació en Alemania, país que nunca extradita a sus ciudadanos a EEUU. De esta manera, Fischer mantiene abiertas diversas líneas de defensa.
Pero también ha sufrido una derrota: las presiones realizadas por la Embajada de Estados Unidos en Belgrado han hecho cambiar de opinión al Gobierno de Serbia y Montenegro, en principio proclive a concederle el asilo porque se sentía "moralmente obligado a ello": en 1992, y tras veinte años de desaparición pública, Fischer disputó un duelo en Sveti Stefan (Montenegro) y Belgrado con Borís Spasski, a quien había destronado en el Mundial de 1972, por el que cobró tres millones de dólares, a pesar de la prohibición expresa de Washington. Y su solicitud para ser apátrida tampoco tiene visos halagüeños, a juzgar por el contenido de una carta manuscrita que Fischer envió el martes desde el aeropuerto de Narita a Peter, un funcionario de la embajada de EEUU en Tokio con el que Fischer dice haber hablado por teléfono y a quien le pide repetidamente que le diga su apellido. Tras quejarse con reiteración de que ningún miembro de la embajada ha ido a verle para recoger su petición de renuncia a la nacionalidad, Fischer escribe en el último párrafo: "Peter, todo esto se publicará en Internet, y el mundo entero verá sus argucias y su comportamiento delictivo".
Spasski, soviético en 1972 y francés en 1992, se unió el martes pasado a los numerosos gestos de solidaridad que Fischer está recibiendo desde todos los rincones del mundo, con un tono socarrón. En una carta al presidente Bush, y tras pedir el indulto, el ex campeón añade: "Si por alguna razón eso no es posible, le pido que corrija el error del presidente François Mitterrand en 1992. Bobby y yo cometimos el mismo delito. Arrésteme a mí también y póngame en la misma celda con Fischer. Y denos un juego de ajedrez". Con ocasión de aquel duelo, hace 14 años, Fischer agrandó su desacato al gobierno estadounidense al escupir, durante una rueda de prensa y ante las cámaras de televisión, sobre un documento en el que Washington le conminaba a no violar el embargo contra Yugoslavia.
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