La soprano Angela Gheorghiu vuelve apaciguada a Santander
La cantante se muestra encantadora en su nueva visita a España, después del portazo que dio en la inauguración de la pasada temporada del Teatro Real
Puede llegar a desconcertar. El pelo suelto, unos pantalones vaqueros y un top de lunares. El atuendo que Angela Gheorghiu (Adjud, Rumania, 1966) lució en su encuentro con la prensa parece que no casa con la leyenda que en su corta carrera ha generado la prima donna de la ópera. No por casualidad se llama Diva el último disco en solitario de esta soprano: una recopilación de grandes éxitos parecida a la que ayer por la noche ofreció en el Palacio de Festivales de Santander, en el marco del Festival Internacional, donde ofreció un recital con piezas de Puccini, Verdi, Bellini, Leoncavallo, Cilea y Catalani.
Si siguieran vivos, la Gheorghiu no dudaría en exigirles que compusieran pensando en ella. "Los compositores únicamente piensan en escribir notas, se olvidan de que esas notas deben ser cantadas, y de que los cantantes tenemos que sentirlas en nuestro cuerpo", dijo la soprano en Santander.
La Gheorghiu está cómoda en la ciudad. Ya inauguró una edición del festival junto a su marido, el tenor Roberto Alagna, en 1998. No ha exigido nada excéntrico en el hotel Real. Ni leche de burra en la bañera, ni flores frescas cada media hora. Al contrario, parecía querer esconder el glamour que se le supone y que despliega en el escenario. Todo el que ha hablado con ella resalta lo encantadora y lo sencilla que se ha mostrado estos días.
Atrás quedaron salidas de tono -metafóricas, claro, tiene una voz prodigiosa-, como la del teatro Real en Madrid al inicio de la pasada temporada. En octubre de 2003, la soprano abandonó el montaje de La traviata que preparaban Jesús López Cobos como director musical y Pier Luigi Pizzi como responsable de la escena, con quien acabó discutiendo abruptamente en el primer día de ensayo.
Por su valía, y quizá por la fuerza del destino y de su personalidad, su carrera de éxitos no cesa, con incursiones en el cine y en una vertiente más comercial y accesible del canto: piezas sueltas, troceadas, ajustadas a la medida de sus cuerdas vocales y de su altísimo nivel de exigencia. A la capital cántabra ha llegado acompañada por la orquesta del Festival Internacional de Santander, a las órdenes de Vladímir Ponkin (Irkutsk, Rusia, 1951), director de la Orquesta Estatal de Moscú.
Ha habido ciertas especulaciones sobre el repertorio. Un recital y no una ópera. "El programa con el que trabajo es el que me gusta en cada momento. Hablar de por qué lo he elegido es una polémica que se podría abrir después del concierto", indicó. Quizá ella misma eche de menos la polémica.
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