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Tinto de verano
Columna
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La mala

Elvira Lindo

Soy una Maritacones. Si a las ocho de la tarde no salgo por esa puerta me convierto en rana. Yo antes era tonta perdida. Yo antes creía que el amor era no salir si él no salía. Yo antes tenía un póster que decía: "El amor es no tener que decir nunca lo siento". Pero me he vuelto mala. Mala de acostarse. Te lo digo, llegan las ocho, me subo a los tacones como Letizia y le digo al Príncipe: "Ahí te quedas". Conste que le invito a que me secunde. ¿Que no quiere? Se siente. Lo dejo sentado en ese sillón y en ese mismo sillón me lo encuentro cuando vuelvo, viendo documentales de la BBC, que ya le digo: "Hijo mío, que pareces Fungairiño". Y él me dice: "Cuantas más cosas me digas, más me cabe en la barriga". Porque es un hombre que no se ofende. Igual que digo lo bueno digo lo malo. Pero este verano estoy superfeliz, la verdad, tengo un taxista del pueblo que me lleva y me trae. Y no me pasa de ochenta porque le dije que soy hipertensa y me altero. Es que, tía, para bien o para mal, son muchos años con el cuerpo hecho a la velocidad de crucero de un mismo hombre para que venga ahora otro a innovar. Y que ya tienes una edad. También le pedí que no hablara. Yo es que estoy muy hecha al estilo de mi santo, te lo digo de verdad, y ahora tú me das a un hombre que quiere comunicarse y yo me apeo, aunque el verbo suene un poquito fuerte. Yo me adentro en mis pensamientos. Anoche, por ejemplo, me dio por rememorar una noche de verano de 1983, cuando yo, joven indocumentada, quemaba la noche con un casete en la mano y salía de casa sin sujetador. Aquella noche de hace veintiún años fui con un amiguito a ver a una individua que hacía cabaré. Yo me sentía como Dios, tía, en un cabaré, viendo a Umbral en primera fila, con mi casete de periodista, con un amiguito, sin sujetador, y oyendo las cosas superordinarias que soltaba aquella individua y que yo no había oído nunca. La individua se acercó a nosotros, los más pardillos del público, se sentó en las piernas de mi amigo y le dijo: "Por favor, ayúdame a encontrar un bichito que se me ha metido por aquí". A mi amiguito, el pobre, le temblaba todo. Yo, en aquella época, estaba ideológicamente en contra de las individuas que le pedían a los espectadores que les ayudaran a buscar bichitos entre las tetas. En el fondo yo, aunque no llevara sujetador, era una estrecha.

Mi taxista me dice, ya hemos llegado. He quedado en Nani, un restaurante de Malasaña. Ahí está ella, la veo en la barra firmando autógrafos. Es la misma individua, veinte años después. La Loles, Loles León, con esa risa de locaria que le da nada más verme, como si adivinara lo tonta que yo era hace veinte años. Quisiera decirle que no siento nostalgia: que tengo un taxista en la puerta, dinero en el bolsillo, que soy mala, encima tengo a Fungairiño esperándome en casa. Eso no lo pueden decir todas, tía. Eso sí, ahora tengo que llevar sujetador. Ella no. Qué cabrona.

ENRIQUE FLORES

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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