Metrópoli irresistible para los arquitectos
NI UN PINTORESCO centro histórico, ni impresionantes rascacielos definen Berlín como metrópoli. Tampoco llama la atención su localización física -no está rodeada de cerros ni se encuentra a orillas del mar-. Nada de esto explica la atención o la atracción que Berlín, como un imán, ejerce sobre los alemanes y extranjeros creativos que se instalan esporádicamente o para siempre en esta ciudad. La urbe, la "nueva Berlín", es un gigantesco escaparate que exhibe arquitectura de los últimos 15 años aunque ésta no sea extremadamente llamativa. Como tal, Berlín es única en el mundo. Mientras que otras ciudades crecen y requieren un cuidadoso planeamiento urbanístico de la periferia, Berlín crece por dentro. Muchos de estos espacios céntricos situados en significativos lugares de la capital alemana clamaban por un cuidado estético e histórico.
Los arquitectos Norman Foster, Santiago Calatrava, Renzo Piano, Frank O. Gehry, Daniel Libeskind, Axel Schultes, Rem Koolhaas, Jean Nouvel, Rafael Moneo, Sergio Rossi, David Chipperfield, Helmut Jahn, Hans Kohlhoff, entre otros, se encargaron de curar las cicatrices de la ciudad dividida. La arquitectura desde los noventa hasta el presente, que bordea las calles de Friedrichstrasse y Unter den Linden, la Potsdamer Platz, Alexander Platz, la Puerta de Brandeburgo y el Reichstag, y el "barrio de los diplomáticos" en Tiergarten, se basa, en gran parte, en una concienzuda proyección de una nueva metrópoli cultural que reflexiona sobre sí misma, sea ésta de piedra como la guillermina, de betón, vidrio y metal o de otros materiales.
Casi todas las grandes tareas para reconstruir el Berlín reunificado están resueltas, aunque no siempre la burocracia y la fantasía parieron una expresión urbana que el público o la crítica aceptaran, como en el caso de la Friedrichstrasse o de la Potsdamer Platz.
Más allá de las clásicas intervenciones de carácter arquitectónico existen otros factores que han influido en la evolución de la ciudad, como los muchos espacios vacíos de Berlín. Son tan relevantes como los jahns y pianos para la autodefinición de la ciudad por su uso ciudadano y porque animan a intervenciones artísticas. La avenida de Unter den Linden desemboca en la Isla de los Museos por un lado, y en el gigantesco solar vacío con las ruinas del Palacio de la República en la Schlossplatz (Plaza del Palacio).
Lo que caracteriza Berlín son estos "lugares de transición", según el artista alemán, Mischa Kuball, quien suele explorar las estructuras urbanas, sociales y políticas que definen un lugar. Muchos espacios están cargados de historia vivida y por venir, son contradictorios o vacíos, se parecen a plazas, pero no tienen vida. Como en el caso del Kulturforum que abarca la Filarmónica de Sharoun y la Neue Nationalgalerie de Mies van de Rohe, Kuball propone para la Schlossplatz un debate multidisciplinar con los artistas que trabajen en espacios públicos, y que sea, además, europeo.
En Berlín, sin embargo, los debates sobre el futuro de estos lugares, muchas veces se limitan a un diálogo sobre la reconstrucción o no de un edificio que existió antes, un diálogo entre un grupo de intelectuales y políticos como si la identidad urbana y metropolitana sólo dependiera de la edificación. Los conceptos de uso social de un edificio vacío, la conservación del mismo como tal, la creación de un espacio público para usarlo temporalmente, todo ello no tiene cabida en este debate. Sí lo tiene en la construcción de un espacio imaginario urbano. Los mismos ciudadanos de Berlín y sus visitantes lo crean. El Palacio de la República y otros símbolos de la RDA desaparecieron de un mapa oficial, pero resucitaron en una ola de nostalgia, en la moda, los muebles y los bares de Berlín.
En lo efímero, en lo transitorio, consiste gran parte del atractivo de esta ciudad. Se trata de una característica difícilmente palpable. Kuball, que no vive en Berlín, sino en Düsseldorf, porque prefiere no involucrarse personalmente en las estructuras en las que suele trabajar, sostiene que lo único metropolitano de Berlín es "la atmósfera, el aire" y el hecho de que continúa siendo una pantalla para todo tipo de proyecciones, "de preferencias, gustos y pasiones".
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