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Más de 400 inmigrantes malviven en las calles de Ceuta por la saturación del único refugio

La Iglesia afirma que no le queda presupuesto para dar una mínima atención a ese colectivo

Hubo épocas peores (en el campamento de Calamocarro llegó a haber 3.000 personas) pero ahora en Ceuta la situación de los sin papeles irregulares vuelve a ser explosiva. Hay más de mil: 450 en el saturado Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), al que los que no caben allí llaman con ironía "el Sheraton"; otros 210 subsaharianos se alojan en un antiguo colegio gestionado por la Iglesia católica, que tilda la situación de "extremadamente delicada". El resto, más de 400, duermen en escolleras y contenedores de basura del puerto, en un almacén inmundo o se arrebujan con cartones en la calle.

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A la una de la tarde comienza el primer turno para almorzar en el comedor social de la Cruz Blanca en Ceuta. A esa hora ya hay decenas de inmigrantes haciendo cola. Los franciscanos, a los que Cruz Roja y el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, pagan poco más de seis euros al día por cada persona a la que alimentan, repartieron ayer 410 raciones. Ésa es la cifra aproximada de subsaharianos, argelinos y asiáticos que malviven en las calles de Ceuta.

Otros 450 lo hacen en el CETI, "el Sheraton", como lo llama con ironía el resto de los inmigrantes, sin lujos pero en unas condiciones mucho más dignas. Claro que en el único refugio para extranjeros de la ciudad autónoma no cabe ni un alma más.

Y es que el número de extranjeros irregulares contabilizados en Ceuta llega al millar y aunque no es la primera vez que alcanza esa cifra (el campamento de Calamocarro, cerrado en marzo de 2000 albergó en ocasiones hasta casi 3.000) la Iglesia católica ya ha puesto el grito en el cielo.

La Comisión Diocesana de Migraciones se encarga de la atención directa al colectivo que no está en el CETI: 210 subsaharianos que duermen dentro de un antiguo colegio; unos 100 argelinos entre escolleras y contenedores de basura en el puerto; 72 bangladesíes en un almacén inmundo; y grupos de iraquíes, indios y paquistaníes que pasan la noche entre cartones junto al centro de acogida.

Pocos son los que se atreven a dormir en los montes y los que pernoctan al raso procuran ser discretos porque el Ejército tiene órdenes de no permitir que levanten ninguna estructura techada.

La capacidad de atención de la diócesis es muy limitada. Sólo puede repartir almuerzos y bolsas de comida, y utensilios higiénicos que a veces tardan dos semanas en llegar. También cuenta con un médico contratado por Cruz Roja que debe atender a más de 400 personas.

En apenas un mes el número de inmigrantes ha aumentado considerablemente. Con la llegada del verano las entradas por mar se han multiplicado, incluso de día, y los saltos a la valla que protege la frontera con Marruecos son casi diarios. En la última semana han forzado la verja fronteriza en torno a 100, casi todos subsaharianos y se han localizado puntos muy vulnerables, como Finca Berrocal, por donde han intentado entrar al menos 70 personas entre el jueves y el domingo, según la Guardia Civil.

Interior trabaja ya en duplicar la altura de la doble valla, que mide 3,10 metros, en la mayor parte de los 8,2 kilómetros de la frontera. "La situación es extremadamente delicada", reconoce el vicario de la diócesis, Francisco Correro. Afirma que recibió en marzo 18.000 euros, que casi ha agotado sólo en el mantenimiento del colegio de educación especial donde únicamente se permite pasar la noche. "De ese dinero me quedan 1.400 euros. No llega ni para pagar la limpieza", explica Correro.

Los Cuerpos de Seguridad estarán muy atentos este domingo, cuando terminen las fiestas patronales de Ceuta y los camiones de los feriantes regresen a la Península. En 2003 al menos 30 inmigrantes fueron localizados escondidos entre las atracciones.

Colas de inmigrantes, vigilados por la policía, en los comedores de la Cruz Blanca en Ceuta.
Colas de inmigrantes, vigilados por la policía, en los comedores de la Cruz Blanca en Ceuta.JOAQUÍN SÁNCHEZ

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