Aznar, la sargento Lynch y Saturno jr.
Dos fotografías me han hecho dudar de mi opción sexual. Una, la de doña Letizia en el yate, con el pelo recogido, un gorrito de visera y luciendo un espléndido gaznate de granadero. Y otra, la imagen de Colin Powell, en Kuwait, paseando cogido de la mano del primer ministro, Sabah el Ahmed. Éstas, y no otras, son las pequeñas alegrías del verano. Como tengo completamente prohibida la realidad, o al menos su aspecto serio (verán que estoy clasificada en el sector Humor), doy en pastorear por prados de hierbas locas, qué quieren que haga. Y he llegado a la conclusión de que me gusta, con todo el respeto, el look de doña Letizia en yate, sobre todo porque protege entre sus brazos con Tremenda y FieraTernura a su pequeña sobrina, cerca de la cual merodea don Froilán. A ver si tenemos pronto un heredero y podemos contar con un don Pelayo que engalane las crónicas mientras santifican o no a Isabel la Católica, y todo ello me devuelve mi opción y las ganas de ser la doncella del Papa.
A ver si tenemos pronto un heredero y podemos contar con un don Pelayo que engalane las crónicas mientras santifican o no a Isabel la Católica
¿Por qué dudo?
Dudo, sin duda, por lo que me sucedió la noche del sábado. Salía yo del Fórum de Barcelona, ciega de diversidad y con los sostenibles tan contentos, porque acababa de admirar el espectáculo de la cantante libanesa Nayla, que tiene una voz y un físico entre dulces y trágicos, muy mediterráneos de por ahí, y que aunque vive en Madrid pronto grabará disco, lo cual me encanta. Bueno, pues salía yo del Recinto y volvía a casa a todo ritmo, no se me fuera a pasar el humor, cuando tuve la funesta idea de postergar el sueño y entregarme a lo que mis amigos y yo llamamos la Navegación del Pobre. O sea, el yate Azur de Internet.
-Parece mentira que hasta ahora no lo hayas hecho -me recriminé.
Y es que, conocida la apasionante noticia de que Medallas y Congresos está en la web -y en la escudería o cuadra- de una agencia de representación con sede en Washington, francamente, queridas, no sé cómo he podido vivir unas horas sin meterme en el plasma.
De todos modos, si todavía no han catado ustedes la experiencia, permítanme que les dé un consejo. Vayamos, sí, a la www.washingtonsoeakers.com, gocemos de las loas que la empresa dedica a su representado (una especie de cruce entre el David Copperfield y cualquier anestesista). Sepamos, incluso, que entre los clientes de la firma, y codo con codo con el ciudadano Aznar (el hombre que podría convencer incluso a los conferenciantes para que asistieran a una conferencia suya), figura nada más y nada menos que otra gran Simuladora de Nuestro Tiempo: la sargento Jessica Lynch, de cuyo "coraje bajo el fuego y brava resistencia a los ataques de las fuerzas de Sadam Husein y el escrutinio de los media" se hace eco también el departamento de ventas. Muero por ver a semejantes Almas Paralelas firmando sus respectivos novelones, el uno junto a la otra.
Mas les aconsejo que éste sea su primer plato. Permitan al señor Aznar que continúe ejerciendo su eficaz tarea de telonero del Divo Principal. Pues si, a continuación, se meten ustedes en www.pleasevote.com, podrán apreciar -incluso imprimirse- el cartel que dicho sitio publicó, como publicidad, en el primer número de julio de la legendaria revista norteamericana The Nation, y que ha causado un formidable escándalo entre el público. Se trata de una adaptación, realizada por el escultor Richard Serra, del Saturno devorando a uno de sus hijos, idéntica al original de Francisco de Goya, sólo que el rostro de Saturno ha sido sustituido, en esta versión, por el de George W. Bush. Comprendo que a los numerosos lectores estadounidenses les haya dejado zumbados tal imagen -que, sin embargo, explica tan a la perfección Guantánamo, Abu Ghraib y otras lindezas-, pero lo que a mí me trastornó fue la enorme fuerza de fondo del cuadro de Goya, ensuciada por la banalidad del rostro de Bush, devorando a uno de sus hijos.
Cual si fuera una hamburguesa.
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