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Columna
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Piruetas versallescas

Los michelines no son para el verano. Aunque lo raro es que alguien piense aún en ellos estando la estación tan avanzada. Por no mencionar el hecho de que se caigan solos. Habrán comprendido que me estoy refiriendo a Joseba Arregi, ese michelín recalcitrante que resistió a todos los tratamientos. Parece, sin embargo, que al final le ha podido el ostracismo. O puede que más que el ostracismo, le haya pesado la soledad, la soledad del corredor de fondo. Según sus propias palabras, Joseba Arregi se ha ido del PNV porque han desaparecido los equilibrios tradicionales en su seno, vaya, que se ha impuesto la línea soberanista en detrimento de la más pragmática. Una línea que, a su juicio lleva a la fractura de la sociedad, que es el pilar básico de la nación: "¿Cómo se puede construir una nación , que es el fin del nacionalismo, dividiendo a la sociedad?", cosa que no puede admitir: "Ahora se habla, se dialoga y respeta todo, pero todos tenemos derecho a pensar que la sociedad vasca no merece una división".

Lo más relevante es que alguien que conoce muy bien por dentro el PNV esté convencido, pese a los almíbares de Imaz sobre la nación cívica donde caben todos, que la estrategia del PNV está regida inamoviblemente por el plan Ibarretxe, lo que supone la negación de la vía estatutaria y, por ende, la exclusión de quienes la sostienen, exclusión que establecería de facto la división de la sociedad vasca. Pero lo más alucinante es que estando Arregi más que ducho en el tema, no se tenga más en cuenta lo que dice y haya todavía quien crea necesario bailarles el agua a los nacionalistas. Todo esto sobre el trasfondo de piruetas versallescas que Zapatero e Ibarretxe intercambiaron en la Moncloa. Hombre, ya se sabe que Zapatero le pidió en su día a Ibarretxe que retirara el plan y que, como dice el Kohelet, hay un tiempo para amar y otro para no amar, por lo que tampoco va a estar refrotándole todo el rato la petición por las narices, en una palabra, es más que posible que la ocasión pidiera sólo talante.

Ahora bien, resulta chusco por no decir turbador que Sevilla insista en que no se va a penalizar la consulta y no porque no se penalice, pues el Código Penal lo ha despenalizado, sino porque el mero hecho de dejar que la consulta se produzca ya le da legitimidad a un plan que, en principio, se sale de la Constitución. No sé qué instrumentos podrá tener el Estado de Derecho para evitar que Ibarretxe convoque su referéndum pero una cosa es cierta, convocándola se sentirá legitimado. Y se aplicará a ello con toda el alma. En cuanto Ibarretexe someta su plan al Parlamento podrá intervenir la justicia para decidir si se trata de un proyecto anticonstitucional. A partir de ahí se establecerá una carrera contra reloj entre el Estado, que deberá actuar en cuanto la justicia dicte sentencia, e Ibarretxe que tratará de aprovechar el interregno o periodo de vacío legal para someter su plan a consulta incluso interponiendo los recursos necesarios para que la sentencia firme se retrase. ¿Podrá aceptarlo el Estado?

Desde luego, no ayudan a clarificar el meollo declaraciones como las del presidente del Senado, Rojo, cuando dice sin desmontarse, y en pura onda lehendakari, que Ibarretxe "tiene toda legitimidad" de manifestar lo que piensa, o sea el plan. Claro que, en el otro platillo de la balanza, está el cabreo de Ibarretxe por la retención de los 32,2 millones del Cupo y la propia indefinición del Estado respecto a su plan. Como estamos en verano lo ha expuesto con frescura: "Ya es hora de que el Gobierno se moje hasta las cachas". Hombre, yo no sé si ha medido bien sus palabras porque mojarse hasta las cachas, es decir, por encima de los tobillos no es mojarse mucho. Igual quiso decir hasta las corvas. A menos que esté pensando que el Gobierno tenga que tirarse de cabeza al plan, con lo que se le hundiría mucha cacha. El asunto está en que hay demasiado bañero menos realista que Joseba Arregi trabajando para que el Gobierno se ahogue. Al tiempo.

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