Björk desnuda su voz para atrapar lo esencial
'Medulla', su nuevo trabajo en solitario, se publicará el 30 de agosto en todo el mundo
A los 11 años grabó su primer disco, a los 14 entró en una banda, a los 25 "ya no estaba tan segura de creer en la democracia a la hora de hacer música, quería ser la jefa". La cantante islandesa no ha parado desde entonces. Experimental, osada y precursora de nuevos sonidos, la inclasificable Björk lanzará al mercado el próximo 30 de agosto su sexto disco, Medulla.
"Entiendo más en lo que estoy trabajando, ha pasado el huracán de la juventud"
Con peinado asimétrico, -moño a un lado, coleta al otro-, vestido azul de seda con flores y una amplia sonrisa, ayer habló en Madrid acerca de este trabajo. "He intentado llegar a algo bastante desnudo, quería sorprenderme a mí misma sin tanto techno y por primera vez volver al pasado, retroceder a algo antiguo, ancestral, a las raíces. He jugado con lo gótico, con lo medieval. He vuelto atrás para encontrar ese fondo suave, esa base".
El coro de Islandia y el de Londres, la cantante esquimal Tanya Tagaq y el ex miembro de Faith no more, Mike Patton, son algunos de los colaboradores con los que ha contado en este trabajo en el que depura al máximo la instrumentación. Medulla apela a la esencia, y el peso recae en la fuerza vocal de la cantante. "Como obsesa de la música que soy, me he cansado de los instrumentos. En mi última gira subí al escenario con 70 músicos. ¿Lo siguiente serían 120? Decidí reírme de mí misma, atarme las manos detrás de la espalda, repitiéndome que era una mimada y que había llegado la hora de buscar otras soluciones. Quería trabajar sólo con mi voz".
El embarazo y nacimiento de su hija, que coincidió con la gestación de este disco, también la ha influido -"con el parto ha regresado el lado más visceral y primordial-". Sin embargo, asegura que esta vez no ha seguido un plan preconcebido: "En Vespertine trabajé siguiendo unas reglas que yo misma me había impuesto años atrás cuando comencé el trabajo. Esta vez quería que fuese distinto, algo más visceral, quería cantar lo que me apeteciera sin pensar en el esquema general. Siempre que te guíes por la intuición, la naturaleza es la que manda, no te riges tú misma. Empecé este álbum pensando en sonidos e instrumentos, incluso tocando yo misma la batería embarazada de ocho meses. Con los coros grabados, me senté en el estudio y algo no funcionaba. Silencié los instrumentos y entonces las canciones empezaron a salir".
La situación política mundial es el tercer factor que Björk asegura que la ha influido. En el disco canta a la "necesidad de un refugio, un altar lejos de osamas y bushes". "He buscado algo en el alma humana autosuficiente, anterior a la patria, a la religión, a la política. Por primera vez he tenido una reacción frente a la política, he querido ofrecer una alternativa. Podemos silenciar el ruido de fuera y encerrarnos en nuestra cueva con nuestra música, que hemos construido nosotros mismos".
Reparte su vida entre Nueva York e Islandia. Allí ha vuelto a conducir de nuevo -"he estado diez años sin conducir, era una conductora desastrosa, demasiado emocional"-, y cuando se emborracha con sus amigos improvisan música con sonidos guturales. Prepara un nuevo disco -"los gorgogitos tiroleses y los ruidos cómicos del músico Spike Jones están llenos de posiblidades"-, y no hará ninguna gira hasta que lo acabe. Dice que su voz ha cambiado, pero ahora se siente "más madura" y sabe dónde está. "Entiendo más en lo que estoy trabajando, ha pasado el huracán de la juventud. El punk es genial, explotas y te tiras por el precipicio sin paracaídas. Ahora tengo menos fuegos artificiales, pero me siento más cómoda trabajando conmigo misma".
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