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Columna
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Neruda

José Luis Ferris

Ya sabe que este mes hemos celebrado los 100 años de Pablo Neruda. Lo digo así, en plural, porque usted también ha estado en la fiesta, aunque ese día, el pasado 12 de julio, le pillara de vacaciones o trabajando en sus asuntos como cualquier día razonable. Usted ha formado parte del homenaje colectivo porque, quien más o quien menos, tiene una deuda adquirida con los versos de Pablo y algo tendrá que sentir o que decir al respecto. Todos somos un poco la sustancia poética de la que se valió ese indio rutilante y espléndido para amasar los poemas que esparció por el mundo, devolviendo a cada cual su porción exacta. Bajo su amparo, todos hemos escrito alguna noche los versos más tristes, esa canción desesperada, inevitable, que la vida nos obligó a soltar como un hierro candente después de la tragedia de un beso sin respuesta, de un amor definitivamente arrancado de nosotros.

Veinte poemas de amor y una canción desesperada es el libro de versos más editado de la historia de la literatura hispanoamericana. Dos, tres millones de ejemplares de un mismo poemario es una cifra imbatible pero también misteriosa. Sin embargo me quedo con versos tan luminosos como los que encabezan el poema Walking Around de Residencia en la tierra. Allí Neruda me susurra con su voz más lenta: "Sucede que me canso de ser hombre...". Yo tomo buena nota y le respondo a modo de recuerdo: Si yo pronuncio mar, olvido, encarnadura, tú respondes sucede como si un pájaro pasara a ras de nuestra vida huyendo del desplome de sordos astrolabios, de señales de acero. Si digo memorial o barcarola, crepusculario incluso, tú me ofreces la rosa sumergida sin alterar el cielo. Ocurre que la noche se obstina en que te busque, que parta hacia las islas del silencio que escondes. Yo pregunto sucede y emerge del cansancio tu beso de ceniza. Nadie escucha a esta hora la lentitud de astros que han venido a poblarte, ni los trenes que exportan cordilleras de azufre al fondo de tu sueño. Nadie sabe de ti por detrás de la luna y sin embargo sucede que tu nombre sabe a niebla habitada.

Feliz verano.

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